¿Sabías que está demostrado que la productividad disminuye por el uso de la tecnología? ¿Suena muy raro? ¿Habrá alguna forma de evitarlo? ¡Entérate en esta nueva entrega trolleante de To Bit, antes de que se corte tu conexión a internet!
Allá por los comienzos de de To Bit hablábamos de diferentes estudios que mostraban empíricamente cómo los niveles de productividad disminuyen por el uso de la tecnología. Hablábamos de la Paradoja de Solow, que demuestra cómo, a valores relativos, el rendimiento económico es cada vez menor cuanto mayor es el poder de procesamiento de los ordenadores. Incluso se puede acceder online a un modelo de simulación.
Esto, a niveles macro. Pero, ¿qué sucede en nuestra vida diaria? No hay duda que, a medida que la tecnología se convierte en un commodity, las cosas parecen más sencillas. Sin embargo, la saturación de actividades hace que cada vez tengamos menos tiempo para solucionar los problemas de hardware o software. Porque las cosas no siempre funcionan, ¿verdad?
Por ejemplo, en estos momentos contabilizo que:
- Mi navegador se cuelga aleatoriamente cada vez que hay algún flash medio pesadito (y eso que tengo 8 GB de RAM).
- Mi smartphone insiste en reiniciarse al menos dos o tres veces por semana, sin causa aparente.
- Mi refrigerador congela los alimentos en las bandejas inferiores aun estando en potencia mínima. Es nuevo.
- Mi moderna cámara de vídeo Full HD con Wi-Fi (que me compré para hacer streaming de videos en vivo de mi banda) nunca consiguió conectarse a la web.
- El amplificador de potencia que uso para los micrófonos de mi sala de ensayo (los que uso para grabar música de esta banda) de pronto empieza a hacer un ruido como de lluvia (que se soluciona dándole un fuerte golpe sobre la tapa). El técnico dice que no tiene fallas.
- El MS Word de mi máquina insiste en no abrir los archivos si se hace doble click sobre alguno de ellos en el escritorio. La única forma de abrirlos es entrar primero al programa y luego seleccionar la opción “Abrir”.
- La tecla del “FA” de una de las octavas de mi piano acústico siempre desafina. El afinador que lo revisa no entiende cómo.
- Uno de los puertos USB de mi notebook a veces se niega a reconocer dispositivos, sin razón aparente.
- Mi GPS suele sugerir recorridos por calles a contramano, aun cuando tiene toda la información actualizada.
- La batería de 9V recargable que compré para mi dispositivo in-ear es 2 mm más corta que lo habitual, por lo que debo agregarle un pedacito de cartón para que encaje correctamente en el aparato.
- Mi tablet nunca consiguió reproducir vídeos desde algunos sitios, como vimeo, aun después de aplicar actualizaciones y demás.
- La configuración de Windows del idioma del teclado de mi ordenador de escritorio de pronto se pasa de español a inglés en medio de la escritura de un párrafo (como este en particular).
- El calentador de agua eléctrico con temperatura regulable que compré para la sala de ensayo siempre hierve el agua, no importa en qué temperatura esté el regulador (aun cuando lo llevé al servicio técnico)
Podría seguir casi indefinidamente. En todos los casos le dediqué cierto tiempo a ver cómo resolver los problemas, pero pasado cierto lapso debo continuar trabajando, por lo que las cosas siguen sin funcionar. En el ámbito de sistemas se suele hablar de que estar continuamente apagando incendios no nos deja tiempo para optimizar la infraestructura.
“¿Es verdad entonces que que la tecnología no necesariamente mejora nuestras vidas?” Nos preguntábamos en aquel antiguo artículo de To Bit. “No importa cuál sea la respuesta, porque de todos modos no queda otra opción que seguir dependiendo de ellos, aunque no queramos. Porque ahora todo está conectado en red. Y la red es cada vez más compleja. Porque estamos dentro de la matrix. O, peor aún, la matrix está dentro de nosotros.”
¿Tú qué piensas? ¿Ha cambiado algo desde aquel momento hasta hoy? ¿Cuál es el inventario de fallas de tus dispositivos y apps?
¡Hasta el próximo To Bit!