Uno de los aspectos más interesantes de la impresión en tres dimensiones es el material que se utiliza como base. Los ejemplos basados en plástico son numerosos, pero no debemos olvidar a aquellos proyectos que buscan imprimir comida. Aún así, un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte dio una vuelta de tuerca más a la impresión 3D, creando objetos a partir de metal líquido. La clave está en el tipo de metal, una aleación de indio y galio, que logra conservar su forma final a temperatura ambiente.
Se pueden imprimir piezas de plástico, prótesis, órganos, baterías, y comida. ¿Pero imprimir una pieza de metal? En general, el metal se ve más favorecido por el proceso de sustracción (o substracción) que de adición, tal y como lo vemos en cualquier máquina CNC que corta y/o perfora. Sin embargo, en esta oportunidad el punto de partida no es una pieza que se puede trabajar a voluntad, sino metal líquido. Del mismo modo en que una impresora 3D convencional agrega capas de plástico una sobre la otra para dar forma a la pieza requerida, un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte creó piezas tridimensionales utilizando metal líquido. Pero hay algo más: El doctor Michael Dickey (ya hemos visto su trabajo antes), uno de los responsables de este proyecto, explica que los objetos hechos con este metal conservan su forma final, en vez de colapsar formando una gota gigante.
La estabilidad de la estructura está asociada directamente al tipo de metal, una aleación de galio e indio. Si hacemos un poco de memoria, el punto de fusión del galio está apenas por debajo de los 30 grados Celsius, por lo que puede derretirse en la mano. En el indio, la temperatura es más alta (157 grados Celsius), pero en una aleación con una relación de 75 por ciento de galio y 25 por ciento de indio, el punto de fusión es de unos 15,5 grados. A temperatura ambiente, el metal líquido adquiere una capa de oxidación sobre su superficie, provocando así que los objetos sean mecánicamente estables.
Algunas de las figuras hechas no son más que simples gotas apiladas, pero también han podido crear cables líquidos funcionales, gracias a la conductividad de la aleación. Como si eso fuera poco, el metal líquido es flexible, y también puede ser estirado. Lo primero que me viene a la mente son reparaciones y soldaduras de alta precisión sobre circuitos. La prueba de concepto es excelente, pero imagino que deberá pasar un tiempo más antes de que aparezcan aplicaciones prácticas (por lo que he podido averiguar, el doctor Dickey lleva al menos seis años trabajando en este campo).