Científicos de todo el mundo se aprestan a participar de la sexta edición de la iGem 2009 (Internacional Genetically Engineered Machine), un concurso en el que los competidores deben construir la mejor máquina posible utilizando únicamente partes de organismos vivos. El evento principal tendrá lugar a fines de octubre en el MIT, y ya se han inscripto más de 100 equipos.
Los laboratorios de investigación en temas relacionados con la ingeniería genética y la biotecnología se aprestan para participar del evento anual que pone sobre la mesa la capacidad técnica de cada uno de ellos: el iGem (Internacional Genetically Engineered Machine). Para formar parte de este certamen deben presentar alguna clase de maquinaria viva diseñada utilizando los componentes microscópicos que existen en el interior de células biológicas vivas. Sí, es como en la historia de Frankenstein, pero solo que con partes pequeñitas y resultados potencialmente más peligrosos.
Los organizadores de la competición, que ya se encuentra en su sexto año, tienen la esperanza de que la tecnología creada a partir de estos elementos básicos de la vida sea útil para resolver alguno de los problemas que se presentan en el campo de la biología o la genética. Meagan Lizarazu, un biólogo que ha sido director adjunto de la de la iGem organizada por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en Boston, dice que “nuestro trabajo consiste en ver si podemos utilizar partes biológicas para construir cosas y hacerlas funcionar. Mucha gente dice que el tema es demasiado complejo y no puede hacerse, pero cada año logramos desarrollar sistemas que funcionan”. Esta semana se registró en la competencia el último de los equipos, la mayoría de los cuales están compuestos por estudiantes avanzados. A partir de junio dispondrán de tres meses para la construcción de sus máquinas a partir de los componentes que el MIT permite utilizar, un conjunto de unas 3.200 piezas de recambio biológico.
La institución organizadora del evento apuesta a que la misma sea un estímulo para que los más talentosos jóvenes científicos de este siglo participen de ella, impulsando avances significativos en biología sintética. Uno de los principales defensores de la biotecnología y sus aplicaciones es el científico y empresario Craig Venter, famoso por sus trabajos en la secuenciación del genoma humano, se muestra optimista con respecto a este tipo de desafío, y cree que de aquí pueden salir cosas tan interesantes como nuevos biocombustibles o formas de vida nuevas diseñadas desde cero en un laboratorio. Sin embargo, en la vereda de enfrente se agrupan algunos especialistas que son críticos respecto de estos experimentos, y expresan su preocupación de que accidentalmente alguno de los participantes cree algún organismo peligroso.
Los más radicales detractores de los experimentos que involucran estas piezas de Lego vivas sugieren que el conocimiento adquirido durante estas jornadas podría caer en manos de terroristas, otorgándoles el poder de fabricar virus devastadores. Obviamente, si bien el temor no carece de fundamentos, hay que tener en cuenta que con ese punto de vista casi cualquier forma de investigación científica tiene un potencial uso destructivo y debería ser puesta en el banquillo de los acusados. Por lo pronto, deberemos esperar hasta octubre para saber si del iGem surge algún diminuto Frankenstein o la cura del SIDA.