Sería una locura negar que la televisión ha evolucionado, y no me refiero de manera exclusiva a los detalles técnicos. El contenido tal vez perdió calidad en los últimos años, pero definitivamente ganó poder de atracción, en especial cuando alcanza a los más pequeños. La fotógrafa Donna Stevens registró dicho poder en Idiot Box, una serie de retratos con niños atrapados en lo que podríamos llamar pura hipnosis, mientras miran dibujos animados en Netflix…
«Mirar tanta televisión te va a dejar estúpido». Frase clásica que han repetido millones de padres y madres alrededor del mundo, en un intento por alejar a sus hijos de la pantalla chica. De más está decirlo, la efectividad de esa frase es muy baja, y a la hora de interrumpir sesiones de TV casi siempre se necesitan acciones un poco más directas. Sin embargo, el camino se volvió cuesta arriba para los padres con la aparición de las consolas, los ordenadores, los smartphones y las tablets. El televisor hoy es apenas una opción más, y con el contenido «on demand» que ofrece la Web, el concepto de «tiempo frente a la pantalla» no se puede suprimir con facilidad.
La fotógrafa Donna Stevens descubrió esto en el invierno de 2013, cuando una ola polar golpeó a New York. Sus dos hijos (uno de apenas tres años en aquel entonces) pasaron horas enteras aferrados al iPad, y extasiados con el catálogo de Netflix. Stevens decidió buscar esas expresiones en otros pequeños de edad similar, lo que llevó a la creación de Idiot Box. El proceso fue simple: Tomar asiento frente al televisor y elegir de Netflix cualquier dibujo animado que quisieran ver. Lo único que pidió la fotógrafa a cambio es que no se cubrieran la cara ni miraran a la cámara… pero los resultados claramente indican que nada de eso sucedió.
En cierto modo, los niños parecen sedados. ¿Es una respuesta a nivel químico, o simplemente se «desconectan» frente al estímulo de la pantalla? Stevens deja sus propias preguntas sobre la mesa. ¿Acaso los padres deben tener mayor cuidado con la exposición de sus pequeños al televisor? ¿Está justificada la nueva ola de «tecno-paranoia»? Si algunos de nuestros lectores tienen hijos, me encantaría leer sus comentarios.