El futuro nos parece el tiempo en el que la informática podría servir a fines oscuros, pero el pasado también tiene una historia que contarnos al respecto. La compañía IBM es la aciaga protagonista, proveyendo la tecnología que se utilizaría durante el Holocausto judío para realizar la matanza sistemática más documentada de la historia. El libro de Edwin Black, llamado IBM y el Holocausto relata los negocios y entre la empresa multinacional y el régimen alemán, donde las tarjetas perforadas se convirtieron en una herramienta eficiente para realizar una labor con fines oscuros para los que no estaban pensadas originalmente.
El nacimiento de las tarjetas perforadas
La génesis de los ordenadores tuvo su bautismo de fuego a partir de 1920, donde su uso estaba destinado a la correcta calibración de máquinas industriales e incluso cámaras de fotografía, como el recordado Posógrafo de Kaufmann. La información, ya en aquellos mozos años de siglo pasado, era un bien de alto costo, y para ello se necesitaban métodos de contabilización y segmentación de la misma que fueran afines a los niveles de productividad que la industria pesada demandaba.
Desde las postrimerías del siglo XIX, la idea de unas tarjetas perforadas había estado en la cabeza de un joven empleado de la Oficina de Censos de los Estados Unidos. Herman Hollerith, concibió un concepto de tarjetas cuyas perforaciones fueran estandarizadas en un sistema binario y utilizadas para representar diferentes tipos de información de los censados, como la ocupación, género, nacionalidad y otros.
IBM gana el mercado
Para 1884, las tarjetas habían sido creadas y Hollerith premiado por ello pues gracias a sus tarjetas perforadas el Estado se había ahorrado mucho dinero en el censo. Luego de forjar su empresa Tabulating Machine Company y ganar una posición monopólica, llegaría un rival que le quitaría su negocio al crear unas máquinas más rápidas y económicas. Se llamaba Willy Heidinger y era dueño de Dehomag. La compañía de Hollerith sería entonces vendida a Charles Flint, que le dio el poder de la misma a Thomas J. Watson, un exitoso vendedor.
CTR, como era el nombre de la compañía por entonces, comenzó a ganarle espacio en el mercado de las tarjetas perforadas a Dehomag, consumido por la inflación alemana de principios de siglo XX. Luego de entrar en bancarrota, Dehomag tuvo que convertirse en subsidiraria de CTR y transferir el 90% de sus acciones a Watson. Ya en 1924 y con la batalla del nicho joven ganada, Watson renombraba CTR y la llamaba International Business Machines (IBM).
El papel en los censos nazis
Según relata el escritor Edwin Black, es a partir de unos años más adelante cuando se da el acercamiento de IBM a la reciente victoria electoral de Hitler. Su relación comienza cuando el régimen nazi decide establecer un campo de prisioneros políticos en Bavaria, en las afueras de Munich. En sólo 3 meses, más de 60.000 personas eran apresadas por diversas razones, especialmente por resistencia política, extranjería, creencias religiosas y orientaciones sexuales. Pero es recién ese mes que el gobierno Nazi declara la guerra a los judíos y el mundo comienza su boicot hacia la Alemania nazi.
Sin embargo, una compañía norteamericana se resiste al boicot y sigue colaborando con los alemanes: IBM, a través de su subsidiaria Dehomag. Cuando se anuncia un censo en 1933, la intención de los alemanes era identificar a los habitantes para separar violentamente a los judíos, gitanos, homosexuales, comunistas y otros grupos de personas que eran reconocidas como “enemigas del pueblo alemán puro” por parte del régimen hitleriano. Para realizar esto, la asistencia de Dehomag fue imprescindible y 41 millones de prusianos fueron catalogados.
Una relación carnal
El autor señala que IBM no llevó a cabo los trabajos, por estar destinada a Estados Unidos, pero sí financió económicamente a Dehomag e incluso Watson viajó a Alemania para supervisar su reciente re-inversión en la subsidiaria alemana. El mismo año, IBM por fin construiría su primera fábrica en Berlín, enfatizando una relación financiera con el régimen nazi. Luego de que se le dieran poderes a la “nazificada” Dehomag para que operara fuera de los límites de Alemania, en las zonas conquistadas, para cooptar otras fábricas y contribuir con más tarjetas perforadas en esos territorios, la relación tuvo al gobierno nazi como el segurndo mayor cliente de IBM durante todos esos años.
El censo de 1933 mostró lo que las tarjetas perforadas financiadas por IBM y desarrolladas por Dehomag, adicionalmente a los servicios de tabulación, contribuyeron fuertemente a la identificación de los “enemigos internos” del nazismo. De una semana a la otra, millones de judíos y otros grupos minoritarios que creían poder pasar desapercibidos ante la cláusula Aria, vigente desde 1885, quedaron expuestos gracias a la precisión de la tecnología de IBM, que hacía cruzamientos entre los datos captados por el censo para detectar anomalías en declaraciones y comparar rasgos sanguíneos y diferencias étnicas. De 600 mil judíos estimados, los datos específicos de las tabulaciones indicaron que el número verdadero eran 2 millones aproximadamente.
Al llegar 1935, la inteligencia alemana tenía todo lo necesario para actuar y la Ley por la Protección de la Sangre Alemana fue sancionada para quitarles la ciudadanía alemana a los judíos y prohibir el entrecruzamiento sexual con la raza aria. En 1939 llegarían otros censos regionales y en cada país ocupado por Alemania. Éste estuvo más enfocado en realizar una estimación de la cantidad de judíos que podían ser “ghettizados”. Los campos de concentración se multiplicaban, y la tecnología de IBM en ellos no faltaría, ya que había máquinas y departamentos de Hollerith asignados a proveer servicios de tabulación en cada centro de detención clandestino.
El registro médico y físico también se llevaba adelante con estas tarjetas perforadas. Como escribe Black: “Cada persona que tuviera más de doce años tenía que llenar la hoja de censo por duplicado, para luego dar sus huellas digitales. La mitad de la forma fue sellada y devuelta como la nueva forma de identificación de la persona capturada. Sin ella, les dispararían. Con ella, serían deportados.”
Una verdad adeudada
A costa de todo esto, IBM y sus subsidiarias seguían haciendo fortunas. Pero, ¿sabían lo que estaba pasando en Alemania y los países ocupados? Desde IBM contradicen la evidencia de Edwind Black e indican que la compañía no tenía mucha información sobre lo que se llevaba adelante en estos campos, pues mucha de la información se destruyó ahí mismo. Al momento del lanzamiento del libro, hubo varios encuentros legales y su autor, Edwin Black, llegó a denunciar a IBM de querer esconder su participación borrando archivos o impidiendo su revisión.
También aparecieron periodistas, organizaciones de derechos humanos y muchas otras instituciones con fuerte documentación queriendo denunciar a IBM por ser partícipe necesario en el Holocausto, pues sin sus tarjetas perforadas la organización no hubiera podido ser tan efectivamente macabra. Hasta el día de hoy, e incluso pagando algunos “reconocimientos” pero sin aceptar culpa o participación, IBM ha hecho caer todos los juicios y Black solo ha ganado algunos reconocimientos por su investigación.