Seguramente has oído esta frase hasta el cansancio. De hecho, la mayoría de la gente suele utilizarla sin saber siquiera de donde proviene o, peor aún, si se trata de una parte de la historia de la conquista del espacio o del dialogo de alguna película de ciencia ficción. Casi cincuenta años después de los acontecimientos que dieron lugar a la popular frase, NeoTeo te cuenta cuál fue su origen.
Las misiones “Apolo” comenzaron en julio de 1960, cuando la NASA anunció un proyecto que sería la continuación de las misiones Mercury que llevaron al primer norteamericano al espacio. Apolo tenía como objetivo lograr que los astronautas orbitasen nuestro satélite natural y determinaran cual sería el lugar mas adecuado para un futuro alunizaje.
Sin embargo, y debido a las presiones políticas derivadas de la Guerra Fría, los planes iniciales se modificados radicalmente cuando presidente John F. Kennedy anunció en 1961 que su país seria capaz de enviar un hombre a la Luna y regresarlo a salvo antes de que finalizase la década, objetivo que se cumpliría cuando el 20 de julio de 1969 Neil Armstrong y Edwin Buzz Aldrin, a bordo de la Apolo 11, alunizaron en el Mar de la Tranquilidad.
Pero el proyecto Apolo no se detuvo allí. Los científicos querían recoger muestras y estudiar otras regiones de la Luna, por ello siguieron enviando sucesivas misiones que alunizaron en nuestro satélite. Entre ellas se encontraba la Misión Apolo 13. Tanto el famoso Apolo 11 como el Apolo 12 habían descendido en la Luna sin complicaciones, pero muchos científicos se quejaban de que las muestras lunares recogidas (en el Mar de la Tranquilidad y en el Océano de las Tempestades) bien podían corresponder a viejos meteoritos caídos en la Luna y no “material lunar genuino“. Por este motivo la misión número 13 descendería en un terreno más elevado, en la región del cráter Fra Mauro, donde los astronautas se asegurarían de obtener auténtico material lunar.
La tripulación de Apolo 13, que despegó el sábado 11 de abril de 1970 del Centro Espacial Kennedy, estaba integrada por James Lowell, de 42 años, quien tenia una gran experiencia (más de 570 horas) en el espacio; John Swigert (en reemplazo de Ken Mattingly que había cogido sarampión) que se desempeñaba como piloto del módulo de comando; y Fred W. Haise, de 36 años, encargado del pilotaje del módulo lunar. Los tres ignoraban que su misión seria una de las más complicadas de la serie Apolo, y que milagrosamente lograrían salvar sus vidas.
Problemas para el Apolo 13
Como decíamos, la misión despegó el sábado 11 de abril de 1970 a las 14:13 (hora local, UTC –5). A los cinco minutos de iniciado el vuelo, comenzaron los problemas. Los astronautas notaron una vibración y el motor central de la segunda etapa se apagó dos minutos antes de lo programado, causando que los cuatro cohetes restantes tuviesen que funcionar casi 10 segundos más de lo previsto para colocar en órbita al Apolo 13. A pesar de esto, James Lowell comunicó al control de la NASA que la misión continuaba dentro de los parámetros previstos.
Pero la historia mostraría que los problemas del Apolo 13 habían comenzado mucho antes. Algunas pruebas efectuadas antes del lanzamiento habían detectado problemas en el aislamiento térmico del tanque de helio que se utilizaría en la etapa de descenso del módulo lunar, hecho que motivó algunos retrasos en el plan de vuelo original. Finalmente se instalaron sensores de presión en el tanque, y se dio por terminado el asunto.
Uno de los tanques que contenía el oxigeno que respirarían los astronautas durante la misión no era nuevo. En realidad, correspondía a la misión Apolo 10, pero como se había dañado al ser retirado de la nave original con motivo de efectuarle unas modificaciones, fue dejado de lado. Más tarde, se lo envió al fabricante quien lo reacondicionó, probó e instaló en el módulo de mando del Apolo 13. La NASA repitió los ensayos sobre los tanques de oxigeno, y descubrió que el material “de segunda mano” tenía problemas para evaporar el oxígeno líquido con el que se realizaban las pruebas.
Luego de un intenso debate, se decidió utilizar una serie de resistencias eléctricas (que ya existían en cada tanque) para calentar su interior y evaporar el oxígeno remanente. El truco dio resultado, pero necesitaba de 65 voltios de corriente continua durante unas 8 horas para evaporar completamente el oxígeno. Las baterías de la nave tenían capacidad suficiente para realizar esta tarea, así que se dejó el tanque instalado.
Cuando la misión llevaba unas 55 horas de vuelo, la tripulación efectuó una transmisión de televisión en vivo que duró cerca de una hora, para “demostrar la comodidad con la que se puede vivir en el espacio” aunque, obviamente, los motivos eran básicamente la propaganda política. Nueve minutos después de haber terminado la transmisión, Swigert recibió la orden de agitar los tanques de oxígeno. Ni bien lo intentó, el tanque de oxigeno heredado del Apolo 10 explotó, dañando también el tanque restante.
Las células de combustible que proporcionaban electricidad, agua, oxígeno y luz dejaron de funcionar cuando los astronautas se encontraban a 320 mil kilómetros de distancia de la Tierra. La explosión, que debió ser terrible, se llevó la cubierta de un lado del módulo de servicio y proporcionó a la nave una estela de restos que le daba la apariencia de un pequeño cometa.
“Houston, tenemos un problema”
El astronauta John Swigert, mirando las luces de alerta en el panel de control del maltrecho módulo, inmediatamente después de la explosión, fue quien exclamó la (que luego se haría famosa) frase: “Houston, tenemos un problema“. Eran las 21 horas y 8 minutos del 13 de abril de 1970. Finalmente, y no sin pocos riesgos y sacrificios, los astronautas lograron abortar la misión y regresar, sanos y salvos, a la tierra. La falta de oxigeno los obligó a “mudarse” al modulo lunar, y solo disponían de unos 150 centímetros cúbicos de agua por día. Muy deshidratados y con hasta 7 kilos menos de peso cada uno, amerizaron a las 12:07 de la tarde del 17 de abril de 1970, a sólo seis kilómetros de distancia del buque de salvamento.
La frase pronunciada por Swigert se convertiría en un clásico, y cuatro décadas más tarde muchos todavía la repiten cuando se encuentran en problemas. De hecho, los mismos astronautas de la NASA bromean empleando el famoso “Houston, tenemos un problema”, pero siempre respetando el valor de sus compañeros que casi perdieron la vida por un desperfecto técnico.
La misión Apolo 13, a pesar de todos los problemas que tuvo. finalizó bien. La industria de Hollywood le rindió homenaje con una película protagonizada por Tom Hanks y basada en un libro que escribió el mismo James Lowell, que ya es clásica.