A medida que se acercaba el fin de la Segunda Guerra y la derrota alemana era cada vez más tangible, el motor de propaganda nazi comenzó a distribuir con mayor intensidad el concepto de Wunderwaffe o «armas maravillosas» que cambiarían drásticamente el curso de la batalla, entregando al Reich la victoria definitiva. Docenas de proyectos fueron desarrollados bajo esa visión, pero la gran mayoría de ellos nunca salió de la fase de prototipo. Uno de los más interesantes fue el Horten Ho 229 V3, supuesto cazabombardero furtivo con la capacidad de atacar blancos a mil kilómetros de distancia en una hora.
Cuando uno piensa en las principales armas que tenía a su disposición la Alemania nazi vienen a la mente cosas como el Junkers Ju 87 («Stuka»), los submarinos Unterseeboot, el Panzer IV, y por supuesto, la familia de «armas de venganza» con sus misiles V1 y V2, y el cañón V3. Estos últimos ejemplos demostraron un avance tecnológico considerable, y rápidamente se ubicaron en una categoría diferente al resto. A medida que la situación bélica era cada vez más compleja para el régimen fascista, sus líderes decidieron redoblar la apuesta esperando que algún milagro tecnológico de alto perfil lograra recuperar todo lo que estaban perdiendo dentro y fuera del campo de batalla. Uno de esos «milagros», era el Horten Ho 229.
La historia nos dice que el Horten Ho 229 surgió como un requerimiento del mismísimo Hermann Göring de diseñar un bombardero que siguiera la regla del «3 por 1000», o sea, volar a 1.000 kilómetros por hora, y arrojar 1.000 kilogramos de bombas sobre blancos a 1.000 kilómetros de distancia. Sólo un avión con propulsión a chorro podía cumplir con esos parámetros, y así fue que los hermanos Reimar y Walter Horten comenzaron a trabajar. Solamente se construyeron tres prototipos: El primero era poco más que un deslizador sin motores, el segundo terminó destruido durante una prueba de vuelo (matando al piloto en el proceso), y el tercero (V3) fue extraído de Alemania por las fuerzas aliadas a medio terminar, acompañado por piezas adicionales.
Una de las declaraciones más resonantes de Reimar Horten era que el Ho 229 iba a ser el primer avión furtivo, ignorando por completo las ondas de radar con la ayuda de un recubrimiento especial hecho de carbón vegetal. Los encargados de restaurar y conservar al Ho 229 en el Museo Smithsoniano realizaron diferentes pruebas sobre su superficie, pero no encontraron ninguna sustancia con las propiedades descritas por Horten. Una de las hipótesis más interesantes sugiere que los Horten «ensalzaron» la capacidad técnica de su avión para mantenerse lejos del frente, al igual que el resto de su equipo y sus familias, pero no significa que los ingenieros y diseñadores actuales no aprendieron nada del Ho 229 (todo lo contrario)… sin ignorar el hecho de que se ve genial.