La historia de Götz von Berlichingen nos dice que fue un caballero imperial alemán transformado en mercenario a fines del siglo XV y principios del XVI. Participó en docenas de disputas y conflictos bélicos, sirviendo a duques, barones, e incluso al emperador Maximiliano I. Sin embargo, en algún punto del año 1504 se le terminó la suerte, y perdió medio brazo derecho a causa de un cañonazo. A partir de allí se lo conoció como Götz de la Mano de Hierro, gracias a una serie de dos prótesis con las que podía llevar un escudo, montar a caballo, y sostener una pluma.
Algunas personas entienden que después de experimentar una situación traumática durante su profesión, la única opción viable es retirarse o buscar una actividad alternativa. Pero en la otra acera hay gente que simplemente redobla la apuesta. Vamos a imaginar lo siguiente: Eres un joven mercenario de 24 años peleando para Alberto IV (duque de Baviera), y en pleno asedio a la ciudad de Landshut, el fuego de un cañón enemigo hace que la metralla de tu propia espada te corte el brazo derecho a la altura del codo. ¿Qué harías? ¿Qué clase de oficio podrías seguir con 24 años y un brazo menos en plena Edad Media? Para Götz von Berlichingen, la respuesta fue simple: Colocarse una mano de hierro y seguir buscando batallas como si nada hubiera pasado.
(N. del R.: El vídeo está en alemán, y no tiene traducción disponible.)
Lo más impresionante es que la mano no cayó en la categoría de simple gancho o adorno. Aunque no existe mucha información disponible sobre la primera prótesis, el herrero austríaco (¿o herreros, tal vez?) al que Götz le encargó la fabricación del segundo modelo entregó un dispositivo extremadamente complejo, compuesto por palancas, resortes, y piezas de precisión. Esto le dio al mercenario un control avanzado sobre sus dedos, a un punto tal que podía llevar un escudo, montar a caballo, empuñar una espada, o sostener algo tan delicado como una pluma. Por supuesto, varios estudios modernos cuestionan la utilidad de la prótesis en batalla, y concluyen que todas estas habilidades son parte del amplio folklore que rodea al mercenario.
Aún así, no podemos negar que el diseño es impresionante teniendo en cuenta la época, y que fue lo suficientemente útil para Götz. De hecho, le permitió extender su carrera militar por 40 años, e incluso salir de su retiro para pelear contra turcos y franceses. La mano de hierro de Götz von Berlichingen descansa en el museo del castillo Götzenburg, en Jagsthausen.