En el pasado, los cómics eran mucho más que una plataforma para contar historias sobre seres invencibles y mundos paralelos: También funcionaban como un centro gigantesco de publicidad extravagante. Desde submarinos nucleares en miniatura hasta bolígrafos de agentes secretos, pasando por monos marinos que crecían frente a tus ojos y misteriosas estampillas prohibidas de China, básicamente trataban de vender una promesa tras otra a los jóvenes consumidores…
Todo era una mezcla de magia, ciencia ficción y superación física, con planes para transformarte en un verdadero maestro del karate o un fisicoculturista a los pocos días de ejercicio. Los nombres de Charles Atlas y Joe Weider (creador de los torneos Olympia) aparecían con mucha frecuencia, y el mismísimo Arnold Schwarzenegger (un protegido de Weider, en esencia) llegó a ser parte de esas campañas (con uno o dos conflictos legales en el medio). De más está decirlo, la gran mayoría de los productos eran un fraude (suena un poco a lo que venden en Wish), pero la simple idea de que podíamos comprar esas cosas era casi irresistible.
Ahora, existe un nombre detrás de estas publicidades: Harold von Braunhut. Principalmente asociado a las gafas de rayos X, los monos marinos y los peces invisibles (o sea, una pecera con agua), von Braunhut llegó a decir que colocaba más de tres millones de anuncios al mes en las publicaciones de Marvel, DC, Charlton, EC, y el resto de las editoriales.
Sin embargo, hay un asterisco enorme en su expediente: von Braunhut, fuerza incuestionable detrás de la publicidad en cómics y lo que se vendía en ellos, era un racista como pocos. A pesar de haber nacido judío, se agregó el «von» en su nombre para alejarse aún más de sus orígenes, compró armas para una facción del Ku Klux Klan, y visitó con frecuencia las convenciones de las Naciones Arias. Los Angeles Times exploró esa conexión veinte años atrás.
Fuente: Flashbak