Todos tenemos algún gadget que hemos comprado con la ilusión de hacer infinitas cosas con él, pero en realidad terminamos utilizando sólo una pequeña parte del potencial del dispositivo, concentrando el uso de nuestra adquisición en una repetición de algunas pocas funciones. Muchos equipos que componen la “vida digital” de una persona son poco aprovechados e incluso a veces son abandonados en cajones donde terminan por arruinarse. Sky HD ha realizado una encuesta en el Reino Unido y ha obtenido algunos números “preocupantes” que revelan que la mayor parte de la gente derrocha su dinero comprando equipos que en realidad no sabe cómo se utilizan. Tu, ¿de qué lado estás?
Tres mil británicos fueron encuestados durante el mes de febrero en distintas regiones del Reino Unido y aportaron datos que nos obligan a mirarnos a nosotros mismos y a plantearnos el interrogante acerca del uso que les damos a nuestros equipos electrónicos. ¿Compramos lo que necesitamos o lo que está de moda? ¿Qué sabemos de la calidad de la mercadería que compramos? ¿El vendedor nos enseñará a utilizar todas las funciones de la filmadora que estamos por comprar? ¡Que gran paradoja! ¡Es como si fuera a comprarme un automóvil nuevo y le pidiera al vendedor que me enseñe a manejar! ¿Acaso no estoy comprando algo que sé para qué se utiliza, cómo se utiliza y todos los beneficios que puede darme?
Algunas personas sólo compran por comprar, para pertenecer a determinado grupo, para sentirse dueños del aire que los rodea al desplegar su billetera que quema entre las ropas y para ser protagonistas activos del mundo capitalista que los abraza hasta consumirlos. Compran sin saber bien de qué se trata. “Ya habrá tiempo para aprender a utilizarlo”, dicen. Sin embargo, las encuestas muestran que el 63% de las personas que leen el manual de instrucciones son mujeres que intentan evitar que el novio/marido destruya por completo a golpes el equipo recién comprado por no saber a ciencia cierta cómo se enciende. La encuesta aclara, además, que el 50% del escaso número de hombres que leen el manual de instrucciones y que no entienden nada se rehúsan a pedir ayuda para tratar de salir del inconveniente.
2009 fue el año de las notebooks, netbooks y demás portátiles. Se vendieron millones alrededor de todo el mundo demostrando un crecimiento extraordinario del mercado respecto a años anteriores. Todos querían tener una. Para los chicos, para la señora, para la oficina, para que me la vea el envidioso de mi compañero de trabajo, para jugar, para mandar correos electrónicos. Con control remoto, con pantalla que gire, con salida HDMI, con Wi-Fi, con Bluetooth (“¿Con qué?” “¡Tu compra, yo después te explico!”, dicen), con grabadora de CD, DVD y Blu-ray.
Lo mismo ocurrió con los televisores con pantalla LCD, TFT o plasma. La gente no sabía siquiera que existían severas diferencias entre un tipo de pantalla y la otra. Imaginaban que podrían ver HDTV con sólo conectar el equipo a los tres alambres locos que tenían como antena en la azotea de su casa. De las personas encuestadas, el 47% no eran conscientes de que una televisión de alta definición necesita una fuente de alta definición, es decir, que exista un canal que emita en el sistema de alta definición en cercanías de su hogar. Pensaban que la misma señal emitida por la emisora era mejorada por el flamante televisor extra-delgado lleno de conectores en su parte trasera. Las cifras más increíbles (2%) fueron dadas por personas que, con problemas de visión, creían que iban a obtener beneficios con el paso a los nuevos equipos.
Por supuesto que siempre existe esa minoría viajera que prefiere comprar en el exterior y cuando llega a su país descubre que nada es compatible. “¡Allá funcionaba bárbaro!”, repiten una y otra vez. Peregrinan por cuanto servicio técnico conocen hasta que al final uno (el último, obvio), de puro curioso, toca algo de más y los miles pagados se transforman en e-waste como por arte de magia. La llegada de un nuevo mundial de fútbol acelera las promociones, los créditos y las ventas de aparatos electrónicos que la gente poco sabe de su manejo y beneficio, pero que bien sabe que debe poseer. No sabe si el TV debe tener conectores YPbPr o YCbCr. Muy pocos saben con qué se utilizan los conectores HDMI y sólo algunos entienden para qué traen un conector VGA (“¿Y para qué trae acá atrás un conector USB?”, preguntan). La inmensa mayoría sólo entiende cuál es el conector de antena y, mediante el método de prueba y error, descubren dónde se conecta el reproductor de DVD para ver algunas “pelis”. O sea, de 15 posibles fuentes de imágenes, sólo 2 son aprovechadas, menos del 20% de los recursos del equipo. Un disparate.
“Mis nietos saben cómo se utiliza esto” o “mi hijo es ingeniero y me explicará” son las palabras de la gran mayoría. Lavadoras de ropa con 72 programas diferentes para distintas clases de prendas, hornos microondas con muchos litros de capacidad (“¿Por qué litros y no metros cúbicos?”, preguntan), rutinas de cocción, para descongelar y hasta con Timer. Heladeras (neveras) con 3, 4 o 5 fríos, aire acondicionado con control remoto, procesadoras de alimentos, fajas reductoras que vibran y nos sacuden todas las neuronas mientras leemos NeoTeo, cámaras fotográficas de infinitos megapíxeles con corrector de todo tipo de torpezas, videojuegos y teléfonos móviles de última generación, GPS y decenas de equipos electrónicos más. La gente quiere tenerlo todo pero no sabe cómo se aprovechan la mayoría de estas cosas. Siempre terminan aprovechando una pequeña parte del potencial de todos los productos que compran sin cesar.
El capitalismo lleva a un enorme número de personas a gastar una fortuna en equipos que apenas conoce y que pronto abandona por no comprender las funciones básicas y elementales de funcionamiento. Cualquier botón del mando a distancia que sea pulsado en forma errónea genera rostros de asombro, incertidumbre y pánico al ver aparecer textos extraños (“que no se entiende” muy bien para qué sirven) en medio de una película en la que Chuck Norris destruye una aldea camboyana completa con una sola patada voladora.
¿Cómo se educa a personas que sólo desean un rato de descanso frente al TV? Esta gente, ¿quiere hacerlo?, ¿necesita hacerlo? La tecnología avanza sin pausas y genera nuevas formas de recreación que la gente desea. Esta misma gente es la que se niega a leer un complejo manual de 75 hojas para saber cómo se cambia la hora del reloj de su nuevo teléfono móvil. El usuario medio sólo quiere ver la hora, hacer y recibir llamadas y algún SMS, si tiene los anteojos a mano. Porque el mayor poder adquisitivo está entre los adultos, entre la gente que en su mayoría necesita gafas para leer (presbicia) ya que se encuentra con que todos los textos son muy pequeños. Otro motivo más para abandonar un gadget y, esta vez, por cuestiones fisiológicas.
Los jóvenes, en cambio, lo disfrutan todo. Descubren todo, aprenden todo con una rapidez que los mayores no comprenden y ya no intentan alcanzar. Programar un TV, cambiarle el chip al teléfono móvil y hasta armar la guía de viaje en un GPS son tareas que los jóvenes realizan con mucha facilidad. El verdadero provecho de la tecnología es un beneficio de los jóvenes. Mientras tanto, el resto de las personas sigue comprando gadgets que quizás nunca disfrutarán en plenitud.
Quédate con esta conclusión: la encuesta muestra que en el Reino Unido un ciudadano medio gasta cerca de 4 mil dólares al año en equipos electrónicos de diversa índole y que más de la mitad de ese dinero se pierde por no saber aprovechar todas las cualidades de los productos que compra. ¿Tú conoces casos como los que hemos mencionado en este artículo? Cuéntanos cómo es tu visión de la relación entre la gente y la tecnología. No te enfoques sólo en ti. Mira a tu alrededor, a tus vecinos, a tu comunidad. ¿La gente gasta su dinero por el simple hecho de tener lo último en tecnología, una tecnología que después no sabe como aprovechar?