En el mejor de los casos sólo quedarán con un poco de dolor, o tendrán un conflicto temporal con las autoridades por ingresar a un lugar prohibido. En el peor… pueden morir golpeados, aplastados, congelados, ahogados, envueltos en llamas o comidos por algo más grande que ellos. Muchos fotógrafos allá afuera se juegan la vida para lograr el disparo ideal, y el simple hecho de registrar sus esfuerzos merece una categoría aparte.
La mejor imagen en la vida de un fotógrafo puede llegar de forma espontánea, tal y como le sucedió a Charles O’Rear con su famosa Bliss, o ser el resultado de días enteros esperando, enfrentando a los elementos, pasando hambre, desafiando a la gravedad, resolviendo problemas técnicos y luchando con la luz. ¿Por qué se arriesgan de ese modo? La respuesta más común es que «son profesionales», pero en lo personal prefiero decir que simplemente aman a la fotografía, y le entregan todo lo que tienen. De hecho, no creo que la etiqueta de «fotógrafo profesional» sea obligatoria. Todo lo que se necesita para comenzar es una cámara, el conocimiento que nos permita exprimirla al máximo, y volcar lo mejor en cada disparo. Dicho eso, veamos qué han hecho algunos fotógrafos para obtener la imagen perfecta…