Ocho años le ha costado a un científico americano atrapar la fotografía del planeta llamado Formalhaut b. Es la primera vez que se consigue realizar un evento similar sobre los llamados exoplanetas, situados fuera de nuestro sistema solar pero formando otros sistemas junto a estrellas cercanas. Y de paso, otros científicos han logrado también fotografiar, esta vez en infrarrojos, tres planetas más situados en otra región. A ver si descubren ya una segunda Tierra que falta nos hace.
Los aficionados a la astronomía están de enhorabuena. Dos noticias por el precio de una. Ambas se pueden considerar hitos que pasarán a formar parte de la historia de la cosmología. En el primer caso se trata de la primera fotografía de luz visible que se consigue realizar de un planeta que está situado a 25 años luz (238 billones de kilómetros) de nuestro Sol y orbitando alrededor de una estrella llamada Formalhaut. Aunque se conocen cerca de 300 exoplanetas nunca antes se había logrado tomar una imagen directa de ellos. La nueva técnica permitirá estudiar planetas que están muy lejos de sus estrellas (los métodos actuales sólo sirven para estudiar planetas relativamente cercanos a sus astros) y seguirlos de manera continuada, algo que no es posible ahora. En un artículo publicado en la revista Science, Paul Kalas de la Universidad de Berkley (California), explica cómo, gracias a las imágenes de la Cámara Avanzada para Búsquedas del Telescopio Espacial Hubble, ha podido tomar la primera imagen de luz visible de un planeta fuera del Sistema Solar.
Con una masa varias veces la de Júpiter, este planeta orbita alrededor de la estrella Fomalhaut (término árabe que significa "la boca del pez"), una de las más brillantes del espacio, en la constelación del Pez del Sur (Piscis austrinus) a cuatro veces la distancia que separa a Neptuno del Sol. El planeta, bautizado como Fomalhaut b, podría tener un sistema de anillos de dimensión comparable a los que rodean Júpiter, una temperatura de 125 grados y una edad de unos 200 millones de años, un tierno infante según las escalas cósmicas (nuestro sistema anda por los 4000 millones de años y aún le queda para ser un vejestorio). La existencia de este exoplaneta se sospechaba desde 2005 cuando imágenes tomadas por Kalas con el Hubble mostraron un borde muy claramente definido en el interior del cinturón de polvo en torno a Fomalhaut, que hizo pensar en un astro con una órbita elíptica. Pioneros a medias hacia la gloria de Formalhaut b fueron la enana marrón Gliese 229 B, y 2MASS 1207 B, un cuerpo que orbita en torno a una enana marrón. En ninguno de los casos los objetos fotografiados se ajustaban a la categoría de planeta. Gliese 299B tiene suficiente masa como para producir reacciones nucleares, y la estrella que orbita 2MASS 1207 B no alcanza la masa mínima para que en su interior se produzca la fusión de hidrógeno a helio que otorga la categoría estelar.
Un poco más lejos, a 130 años luz, otro científico, Christian Maurois, del instituto NRC Herzberg de la Columbia Británica, ha conseguido la hazaña de fotografiar (en infrarrojos) la imagen de un sistema solar donde se aprecia claramente a tres planetas orbitando en torno a una estrella con el prosaico nombre de HR 8799. El mérito del equipo de Marois es aún mayor si se tiene en cuenta que las imágenes se lograron utilizando telescopios terrestres: Keck y Gemini North, en lo alto del mítico volcán Mauna Loa en las Islas Hawaii. Los científicos tuvieron que emplear técnicas de procesamiento por ordenador para superar el emborronamiento de las imágenes del espacio que provoca la atmósfera. Así, pudieron aislar la radiación de los tres planetas oculta en principio por la brillante luz de su estrella. Tal y como han revelado las imágenes, que se presentan también en la última edición de la revista Science, HR 8799 y sus planetas forman una especie de versión ampliada del Sistema Solar externo, con tres cuerpos gigantes y gaseosos que orbitan en la lejanía a su estrella y que serían los equivalentes a Saturno, Urano y Neptuno, sólo que ahí las distancias son todas mayores. En base al brillo que emiten en distintas longitudes de onda de luz, se cree que sus masas son entre siete y 10 veces mayores que la de Júpiter, mientras que sus diámetros son entre un 20% y un 30% más grandes que el del mayor de los planetas de nuestro Sistema Solar. Pero sus órbitas están tan alejadas que tardan cientos de años en completar una vuelta alrededor de su estrella, lo que dificulta la medición directa de sus masas y otras observaciones que dependen del tránsito de los planetas frente a su sol. Maurois se han referido al hallazgo como una auténtica «mina de oro» para los teóricos de la formación de planetas, que ahora tendrán a su alcance un nuevo sistema sobre el que poner a prueba sus teorías.
«Un conocimiento exacto de la edad de HR 8799 es fundamental para relacionar las luminosidades de los planetas con sus masas», señala Travis Barman, astrónomo del Observatorio Lowell y coautor del artículo que describe el nuevo sistema planetario. «Cuanto más viejos (o más jóvenes) sean los planetas, más (o menos) masivos serán. La detallada comparación con modelos teóricos de atmósferas confirma que los tres planetas poseen complejas atmósferas con nubes de polvo que atrapan y reflejan parcialmente la radiación». De todos modos, su edad se sitúa en torno a los 60 millones de años. Unos bebés considerando la escala astronómica. En esta carrera, el premio gordo es encontrar un planeta parecido a la Tierra a una distancia de su estrella y con unas condiciones químicas apropiadas para la existencia de vida. Christian Marois afirma que para alcanzar este objetivo será necesario “un telescopio espacial especializado”, como sería el previsto Terrestial Planet Finder. “El brillo de los planetas rocosos como la Tierra puede ser 10.000 millones de veces menor que el de su estrella y, además, están muy cerca de ellas”, aclara Marois. “La luz de estos planetas es órdenes de magnitud más tenue que la de los planetas que hemos encontrado alrededor de HR 8799; lograr observarlos es, sin lugar a dudas, uno de los mayores desafíos de la astronomía moderna”, concluye el astrónomo. Y no sería de extrañar que con tales medios tecnológicos encontremos pronto un planeta muy parecido a la Tierra. Seguro que no lo tenemos lejos.