Cuando pensamos en animales enviados al espacio, el primer nombre que nos viene a la mente es Laika, la perra que los soviéticos lanzaron con el Sputnik 2 en noviembre de 1957. El programa espacial estadounidense hizo algo similar con Ham, el primer chimpancé, sin embargo, hubo otra exploradora cósmica de la que pocos hablan: La gata Félicette. Apodada «Astro-Cat», Félicette no posee ningún reconocimiento público y oficial de su viaje, pero una campaña en Kickstarter busca cambiar eso.
Los primeros animales enviados al espacio fueron moscas de la fruta. Viajaron a bordo de un V-2 reensamblado por los Estados Unidos en 1947, y su recuperación con vida tuvo éxito. Albert II fue el primer mono en alcanzar el espacio dos años más tarde, pero murió en el impacto tras una falla del paracaídas. La historia sigue con ratones, los perros soviéticos Tsygan y Dezik en 1951 (ambos rescatados), y por supuesto Laika, primera en alcanzar la órbita terrestre. Moscas, monos, perros… ¿y qué pasó con los gatos? Las primeras pruebas con felinos nos obligan a regresar a 1947, aunque no se concentraron en viajes espaciales, sino en los efectos de la microgravedad. Para localizar al primer gato espacial, debemos avanzar hasta el año 1963, y buscar más allá de los programas principales.
Su nombre era Félicette, una gata recogida de las calles de París. Ella y otros trece felinos fueron entrenados por el gobierno de Francia, y aparentemente se la escogió para el experimento (medir el impacto del viaje espacial en la actividad cerebral) porque era la más dócil, aunque otras fuentes sugieren que el resto de los gatos ganó peso demasiado rápido. Félicette fue sometida a cirugía, recibió un implante permanente en su cabeza, y el 18 de octubre de 1963 salió disparada de una base en Hammaguir (Argelia). Su vuelo de apenas trece minutos le permitió alcanzar una altitud de 157 kilómetros, regresando sana y salva al laboratorio. Lamentablemente, Félicette fue sacrificada tres meses más tarde para estudiar con mayor profundidad los electrodos en su cerebro.
Félicette casi pasó al olvido debido a un grosero error con su nombre y sexo (en más de una ocasión se dijo que era un macho llamado Felix), y no hay ni una sola estatua o placa que la recuerde como se merece. Una reciente campaña en Kickstarter acaba de recaudar más de 40 mil libras esterlinas para convertir al monumento de Félicette en realidad, pero lo más difícil es encontrar un lugar adecuado, preferiblemente en París. La burocracia es brutal, y el responsable de la campaña Matthew Serge Guy no quiere que el monumento termine guardado en un garaje durante años mientras se resuelve el papeleo. Espero que no tarden mucho.