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Falleció Jack Tramiel, el fundador de Commodore

La marca “Commodore” tiene un valor gigantesco para aquellos que tenemos algunos años y hemos visto de cerca los primeros pasos de la informática hogareña. Sea una VIC-20 o una Commodore 64, con ellas aprendimos, jugamos y disfrutamos. Detrás de esos ordenadores, y detrás de esa marca, había un hombre: Jack Tramiel. De sobreviviente de Auschwitz a reparador de máquinas de escribir y fabricante de calculadoras electrónicas, Jack Tramiel se convirtió en uno de los empresarios y referentes de la informática hogareña más importantes del Siglo XX.

Quienes hayan usado un ordenador Commodore seguramente tiene una historia o dos para compartir. Las mías siempre comienzan con la primera vez que gané la Copa del Mundo en el Microprose Soccer (2-1 contra la Unión Soviética, jugada de un tiro de esquina con dos segundos en el cronómetro), cuyo festejo exagerado me hizo acreedor de un buen mordisco por parte de mi perro (supongo que se asustó con los gritos). Pero el punto es que algunos de nosotros nos criamos con una Commodore cerca, y después de tantos años y tantas aventuras, no está mal preguntarse de dónde salió Commodore, no tanto los ordenadores que conocemos tan bien, sino la marca propiamente dicha. Hay que viajar a Polonia, un 13 de diciembre de 1928. Nacía Jacek Trzmiel, y siendo un adolescente debió enfrentarse a una de las peores cosas que le podía pasar a alguien en el continente europeo: Ser judío en la época de la Alemania Nazi. Sobrevivió a Auschwitz (según sus propias palabras, uno de los sesenta sobrevivientes de un grupo de diez mil), y dos años después del final de la Segunda Guerra, emigró a Estados Unidos. Allí pasó a ser Jack Tramiel.

Tramiel sabía una cosa o dos sobre reparación de equipamiento de oficina (aprendió el oficio en el Ejército), especialmente máquinas de escribir. En 1955 fundó “Commodore Business Machines” en Toronto. ¿Por qué “Commodore”? Muchos “General” en Estados Unidos, y “Admiral” ya estaba tomado. Algunas entrevistas mencionan que sacó el nombre del coche “Opel Commodore”, pero ese coche no sería fabricado hasta doce años después, por lo que evidentemente debe haber alguna inconsistencia de fechas. En Toronto, obtuvo una licencia de Checoslovaquia para fabricar máquinas de escribir, y en un punto su producción fue tan alta que comenzó a exportarlas a Estados Unidos (Toronto hacía de búfer, ya que Checoslovaquia era parte del Pacto de Varsovia). Commodore saldría a bolsa en 1962, y las cosas se complicaron cuando Japón comenzó a inundar el mercado con sus máquinas. Tramiel viajó a Japón para estudiar a sus rivales, y regresó con la idea de las calculadoras eléctricas.

Este nuevo mercado fue redituable hasta 1975, cuando Texas Instruments comenzó a hacer calculadoras por su cuenta. Commodore compra MOS Technologies en 1976, incorporando a sus filas a Chuck Peddle, el creador del procesador 8502. Peddle convence a Tramiel de que el futuro estaba en los ordenadores, y un año después nace la Commodore PET, oficializando a la empresa en el mercado de los ordenadores hogareños. Sin embargo, la verdadera explosión de la marca Commodore llega con la VIC-20. Su precio agresivo y una amplia campaña publicitaria (contratar a William Shatner en 1981 no era poca cosa), hicieron de la VIC-20 un éxito, el cual sería potenciado por la llegada de la Commodore 64 un año después. Tramiel ha admitido no tener relación con el diseño de la C64, ya que él no era ingeniero, y siempre se consideró un hombre de negocios. Como tal, comenzó una dura campaña de recorte de precios en la VIC-20 y la C64 para apuntalar su posición. Varios analistas mencionan que esta guerra de precios fue uno de los elementos que provocó la Gran Caída del mercado de videojuegos de 1983. Con esta maniobra, Commodore sacó del mercado a Timex y a Texas Instruments (regresando el favor tras la puñalada de TI al vender calculadoras por su cuenta).

Una decisión ciertamente popular entre los consumidores, esto le terminó costando a Tramiel su salida de Commodore en enero de 1984, ya que entró en conflicto con accionistas y directores. Tramiel fundaría rápidamente otra empresa, Tramiel Technology, y adquirió la división de ordenadores hogareños y videojuegos de Atari, que perdía miles de dólares diarios en manos de Warner. Atari se convirtió en la nueva arma de Tramiel para “regresar cortesías” a Commodore, usando como vector a Amiga Corporation, que estaba al borde de no cumplir un contrato con Atari. Cruces legales, acusaciones, demandas y otros roces llevaron a una dura batalla entre la Amiga 1000 y la Atari ST. En 1989, las cosas se pusieron difíciles otra vez. Con Tramiel aún al timón, Atari lanzó la consola Lynx, que si bien era técnicamente superior al Gameboy, no ganó tanta tracción en el mercado. Atari perdió una demanda contra Nintendo que le costó cerca de 160 millones, y aunque logró ganar otras obteniendo liquidez, para 1996 la magia se había terminado. Atari se fusionó con JT Storage, fabricante de discos duros, lo cual oficializó en cierta el paso al costado de Tramiel.

Un hueso duro de roer, controvertido y con su cuota de enemigos (algo natural en un mercado despiadado), pero al mismo tiempo, un emprendedor como pocos, visionario y sobreviviente tanto en la vida como en los negocios (ya que había que salir entero de la Caída del ‘83), Jack Tramiel dejó su huella en la industria, y es nuestro deber reconocerla. Falleció el domingo pasado, a los 83 años, dejando atrás a su esposa y sus tres hijos. Definitivamente, lo que Steve Jobs fue para la última década, Jack Tramiel lo fue en los ‘80. Hasta siempre, y gracias por tanto.

Escrito por Lisandro Pardo

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