En el día de ayer nos dejó para siempre uno de los escritores de ciencia ficción británicos más interesantes de los últimos tiempos. James Graham (J.G.) Ballard, convertido en vida en un escritor de culto, había sido reconocido masivamente a partir de la novela El imperio del sol, que fue llevada al cine por Steven Spielberg. Su literatura se centró en las problemáticas del siglo XX, con las catástrofes medioambientales y la evolución tecnológica como eje.
El pasado domingo, víctima de un cáncer de próstata, murió el escritor de ciencia ficción James Graham Ballard, conocido por muchos como J.G Ballard. Vivió desde 1960 en el oeste de Londres, y su nombre se hizo conocido por el público no especializado gracias a la adaptación cinematográfica de su novela El imperio del sol por parte del genial Steven Spielberg, que fue nominada a seis premios Oscar. La novela describe vívidamente la infancia de Ballard, quien fue expatriado de China con sus padres y más tarde detenido en una prisión luego de la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Su agente, Margaret Hanbury, lo describió como un "gigante en la escena literaria mundial”.
Ballard escribió en sus memorias que sus experiencias de niño, muchas veces violentas, fueron las responsables del rumbo que tomó su trabajo de adulto. “De muchas maneras, toda mi obra de ficción es una disección de las una profundas patologías que presencié en Shangai y más tarde en el mundo de la posguerra. Recuerdo la brutalidad gratuita y las golpizas que ocurrían a mi alrededor.” Quizás por eso muchos de sus relatos describían distopías de forma bastante cruda. Una distopía es lo contrario a una utopía, en la que la realidad es lo opuesto de una sociedad ideal. En la obra de Ballard a menudo se describen sociedades opresivas, totalitarias o indeseables. Sus primeros escritos datan de 1956, y fueron lo suficientemente buenos como para que, en menos de diez años, se convirtiese en uno de los autores de referencia de la llamada nueva ola de la ciencia ficción inglesa. En sus novelas desarrolla muchas de las problemáticas que hoy nos preocupan, como las catástrofes climáticas o el efecto que tiene en el hombre la revolución tecnológica.
Su carrera abarca más de 50 años, y gracias al contenido de sus novelas Ballard ganó el estatus de escritor de culto. La primera de ellas fue El mundo sumergido (1962), en las que el autor imagina las consecuencias que tiene para el planeta un calentamiento global que provoca el derretimiento de los casquetes polares. El medioambiente estuvo presente en sus obras siguientes, como El viento de ninguna parte (1962), La sequía (1965) y El mundo de cristal (1966). Quienes no leen habitualmente ciencia ficción quizás se hayan enterado por primera vez de la existencia de Ballard gracias al debate que suscitó la adaptación cinematográfica de su novela Crash (1973), realizada por David Cronenberg en 1996. Crash es una especulación sobre la relación existente entre el deseo sexual y los accidentes de coches, tan perturbadora y explícita que estuvo a punto de no poder ser estrenada en Inglaterra. Luego de Crash publicó La isla de cemento (1974), Rascacielos (1975), Compañía de sueños ilimitada (1979) y Hola América (1981).
Ballard había hecho pública su enfermedad en su autobiografía Milagros de vida -aparecida el año pasado- en la que afirmaba no esperar una curación. Viudo desde 1963, cuando su esposa Mary falleció durante unas vacaciones en Alicante, se ocupó de sus tres hijos. Desde hace cuarenta años mantenía una relación de pareja con Claire Walsh, quien lo ha acompañado hasta la muerte. El mundo y su realidad han perdido a uno de sus más interesantes intérpretes.
“En un mundo completamente sano, la locura es la única forma de libertad”. J.G. Ballard (1930-2009). Un minuto de silencio, por favor.