El 1 de noviembre de 1952, en el atolón Enewetak, Estados Unidos detonó al primer dispositivo termonuclear, Ivy Mike. Con un rendimiento estimado en 10.4 megatones, Ivy Mike fue un «momento bisagra» para el desarrollo de armas nucleares, y por supuesto, tuvo profundas consecuencias. La explosión creó un cráter de 1.9 kilómetros de diámetro, y arrasó con la vegetación local a puro calor y onda de choque. Nadie en su sano juicio trataría de ver algo así muy de cerca, pero el proyecto Paradise VR nos permite experimentar a Ivy Mike en realidad virtual, y 360 grados.
La historia nos dice que Edward Teller, una de las mentes maestras detrás del desarrollo de la bomba de hidrógeno, se encontraba en Berkeley, California, al momento de la detonación de Ivy Mike. Teller logró determinar que la explosión había tenido éxito con la ayuda de un sismógrafo, e inmediatamente después le envió un telegrama no clasificado a Elizabeth Graves, líder del proyecto remanente en Los Alamos. Lo único que decía el telegrama era: «Es un niño».
Y qué niño. Con una furia nuclear de 10.4 megatones, Ivy Mike se había transformado en el primer dispositivo termonuclear en explotar sobre la faz de la Tierra. Sin embargo, la ventaja no fue tan amplia que digamos. Tres años más tarde, los rusos detonaron a RDS-37, con un formato mucho más «útil» desde el punto de vista militar. Ambas potencias siguieron su enferma carrera, detonando una bomba tras otra bajo múltiples condiciones, y no se detuvieron hasta principios de los ’90 con la publicación del CTBT (que por cierto, aún no fue ratificado). Salvo que Corea del Norte continúe con su delirio o India y Pakistán vuelvan a mirarse mal, lo cierto es que no debería haber más pruebas nucleares… a menos que sean en realidad virtual.
Eso es exactamente lo que nos ofrece Paradise VR, un proyecto compartido en YouTube por el canal Yle Sandbox. El vídeo, creado en 360 grados, nos coloca muy cerca de Ivy Mike al momento de su detonación. La luz que nos deja ciegos, el hongo creciendo en el horizonte, la ola de calor que lo quema todo, y la onda de choque arrancando la vegetación local del suelo se combinan para crear una experiencia única, y bastante perturbadora.
La siguiente escena nos lleva a «La Tumba», depósito de material contaminado, sellado bajo un domo de hormigón en la Isla Runit. Todas las voces que escuchamos en el vídeo apuntan en la misma dirección: El legado nuclear podrá ser importante, pero el legado climático es desastroso. Los habitantes de Enewetak no pudieron regresar al atolón hasta 1980. El último censo (2011) reporta un total de 664 personas viviendo allí. Estados Unidos envía ayuda financiera, pero eso podría terminarse en 2023. Si a eso sumamos el deterioro en el domo de Runit y los efectos del cambio climático, el futuro en Enewetak es preocupante.