Punteros controlados por fantasmas que envían mensajes del más allá, exploradores que localizan agua con ramas, sesiones de espiritismo que dejan perturbados a sus participantes… durante cientos de años el mundo de la ciencia ha buscado (y encontrado) diferentes explicaciones para estos fenómenos, y una de las más importantes es el llamado efecto ideomotor. En términos sencillos, somos nosotros mismos quienes movemos a un objeto cuando creemos que lo hace por sí solo, pero no nos damos cuenta de ello.
La popularidad de la ouija (o «güija» si seguimos a la RAE) a través de las décadas ha sido impresionante. Libros, películas, series de televisión, periódicos… de un modo u otro, los principales medios de comunicación y/o entretenimiento mencionaron a la tabla de madera. Una variante muy conocida es el llamado juego de la copa, y dejando a un lado las diferencias físicas, el objetivo de ambos es el mismo: Contactar a los espíritus. Ahora, la pregunta es: ¿Cómo funcionan? Muchos de los participantes juran sobre su efectividad, y salen de las sesiones completamente convencidos de que tuvieron una experiencia sobrenatural. Sin embargo, la ciencia ofrece una explicación más firme que «fantasmas».
Se trata del efecto ideomotor, término utilizado originalmente por el físico inglés William Benjamin Carpenter en 1852. El efecto surge cuando un pensamiento, un deseo, una creencia o una imagen mental disparan respuestas musculares imperceptibles para quien las hace, ya que no existe un registro consciente de ellas. Dicho de otro modo, son movimientos subconscientes. Cuando los participantes en el juego de la copa preguntan algo, todos están concentrados en la copa «y» sus dedos apoyados sobre ella, pero es el subconsciente quien la mueve. La radiestesia (verdadero furor en la época de Carpenter, que se usaba para localizar agua o petróleo), la psicografía y la comunicación facilitada también están relacionadas con el efecto ideomotor.
Una forma muy sencilla de poner a prueba al efecto ideomotor es con la ayuda de un péndulo. Considera que «sí» equivale al movimiento del péndulo siguiendo a las agujas del reloj, y «no» en la dirección contraria. Deja libre al péndulo, extiende el brazo, y hazte una pregunta. Tal vez creas que no estás moviendo al péndulo, pero lo más probable es que tus micro movimientos musculares subconscientes lo hagan por ti y traten de responder la pregunta. Por supuesto, la explicación del efecto ideomotor no satisface a todo el mundo, algo que podemos comprobar a través de los miles de comentarios en la web que defienden a la ouija y al juego de la copa. ¿Tú qué crees?