¿Existe realmente el exorcismo? ¿Cuándo se lo realiza? ¿Todas las religiones lo practican? ¿Se relaciona o no con la existencia de Satanás? Detrás de todas estas preguntas se esconde la verdad científica, que aunque no satisfaga a algunos sectores religiosos, es capaz de explicar cada uno de los fenómenos implicados.
¿Existe realmente el exorcismo?
En realidad, la primera pregunta tiene una fácil respuesta: el exorcismo existe. Ese es el nombre que recibe el ritual o liturgia mediante el que se intenta expulsar un ente sobrenatural que (se supone) ha tomado posesión o control de un objeto físico o ser vivo. Es decir, el exorcismo vendría a ser el remedio a una situación, y como tal, existe y se practica. La cuestión de fondo es, sin embargo, la existencia o no de la “posesión” que intenta remediar.
¿Cuándo se lo realiza?
El rango de entes que pueden ser causantes de una posesión que amerite un exorcismo es bastante amplio, y varia según las creencias de los implicados, es decir, la “victima” y sus “sanadores”. Pueden ser demonios, espíritus malignos, brujos, el mismísimo Satanás, etc. También varían los síntomas que presenta la victima, dando lugar a posesiones totales en las que el ente toma control de las funciones del poseído (puede moverse, hablar, etc., a través de la víctima) o posesiones parciales, en la que el ente solamente utiliza al poseído para alguna actividad concreta. Dentro de este último caso se encuentran los íncubos (o súcubos), que mantienen relaciones sexuales con la víctima mientras ésta duerme.
¿Todas las religiones lo practican?
En general, el ritual de exorcismo más conocido es el católico, que incluye en su repertorio medidas “anti-entes” la repetición continua de oraciones, el dictado a viva voz de órdenes de expulsión, y por supuesto, el uso de objetos que resulten perjudiciales para la entidad que ha tomado posesión del objeto o ser. En el caso más habitual, la posesión demoníaca, se utilizan crucifijos, agua bendita, reliquias, etc. Durante siglos se practicó este ritual sobre toda aquella persona que mostraba “signos inequívocos” de estar “poseídos”. El problema residía en la forma de determinar si era necesaria o no la intervención de un sacerdote para sanar a la persona. ¿Cómo determinar si se estaba ante un caso de epilepsia (por ejemplo) o de Satanás en persona?
¿Se relaciona o no con la existencia de Satanás?
Este no es un tema menor. Según la iglesia Católica “es importante asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de una presencia del Maligno y no de una enfermedad. (cf. CIC can. 1172)”. Esto, por supuesto, es mucho mas fácil de decir que de hacer. Si bien existen test y pruebas para detectar prácticamente cualquier enfermedad, como es lógico, no hay análisis de laboratorio que puedan certificar la presencia de Satanás dentro de una persona, y menos dentro de un objeto.
Imaginemos por un momento que estamos en el siglo XII o XIII, y que vivimos en algún lugar de Europa. La medicina casi no merece todavía ese nombre, y las sangrías son el tratamiento más avanzado que existe para curar cualquier cosa que se presente en el “consultorio medico”. Supongamos también que tienes la mala suerte de padecer, por ejemplo, un trastorno mental (alguna fobia, delirio, etc.) o alguna enfermedad como la epilepsia. Vives en una pequeña aldea, donde rápidamente tu problema llama la atención de todos, y la ciencia médica nada puede hacer por ayudarte. Es muy probable que en una situación como esa, se te practicase un exorcismo, ya que la única explicación “razonable” que tiene tu mal es una “posesión” de algún tipo.
El culto a la sugestión
Podemos argumentar que el problema en el ejemplo anterior es la incapacidad de la ciencia o tecnología disponible para efectuar un diagnostico correcto. Y efectivamente, esa es una parte importante del problema. Pero la otra cara de la verdad es que a los habitantes de la pequeña aldea les resulta más sencillo (aunque parezca extraño) creer que los síntomas se deben a la presencia (por ejemplo) de Satanás y no a un trastorno sicológico o un virus. Esta facilidad para aceptar lo sobrenatural ha estado presente siempre en el ser humano, y aun en la actualidad, donde la ciencia ha demostrado la falsedad de infinidad de creencias erróneas, aún sigue existiendo. En el caso de los exorcismos y las posesiones, es la psiquiatría la que tiene la palabra.
“Cuando no podemos manejar el cuadro y se trata de una cuestión de fe, lo enviamos a los sacerdotes, sabiendo que no es el diablo que está dentro de ellos, sino aceptando los exorcismos como una terapia más“, dice el psiquiatra Hugo Lande. Para Lande, “los exorcismos que practican los sacerdotes funcionan como una terapia de sugestión.”
La posesión, un transtorno disociativo
Ricardo Kogan-Medoy también es psiquiatra, y atiende desde hace varios años en forma gratuita a pacientes derivados por un sacerdote exorcista. Según Kogan-Medoy, las personas que para los sacerdotes exorcistas están poseídas por el demonio se encuadran, desde el punto de vista psiquiátrico, en el trastorno disociativo por trance o posesión. Este es un trastorno relativamente común y se encuentra descrito en la clasificación internacional de enfermedades mentales ICD-10. Jordán, psiquiatra especializada en psicología clínica, citó la descripción publicada en el libro “Sinopsis de psiquiatría”, de Harold Faplan y otros autores, donde se afirma que la posesión es “una alteración aislada o episódica del nivel de conciencia caracterizada por la suplantación de la identidad habitual por otra diferente (espíritu, poder, divinidad u otra persona)”.
En la actualidad, muchos de los trastornos explicados como un “trance” o “posesión” no son más que cuadros provocados por un tóxico, sobre todo el LSD, o alguna intoxicación por medicamentos o por heroína. Si la persona se ha convencido de que esta “poseída”, ya sea por convicciones religiosas o algún desorden mental, esta claro que puede ser convencida de que mediante el exorcismo su mal va a desaparecer. Diferente es el caso de las personas acusadas por otras de estar endemoniadas.
En esos casos puede resultar bastante difícil para la victima demostrar que su problema (de existir alguno) tiene raíces más terrenales. Por ejemplo, el “Rituale Romanum” incluye pasos como los siguientes para que un exorcista pueda “liberar” a un endemoniado: “No mantener conversaciones con el poseso, sólo interrogarle. No creerle ni confiar en él.” Esto, como mínimo, hace muy difícil para la victima explicar que es lo que le pasa: diga lo que diga, no le creerán ni confiarán en él. El número de exorcismos realizados por año no se conoce, ya que no se lleva una estadística oficial sobre el tema, pero según varias fuentes, aumenta cada año. La aldea se ha hecho mas grande, pero la gente sigue creyendo en las mismas cosas.