El satélite japonés Hitomi fue lanzado a mediados del mes de febrero. Su objetivo principal era funcionar como un telescopio de rayos X, y el tiempo mínimo de la misión había sido establecido en tres años. Sin embargo, la aventura de Hitomi no llegó a los cuarenta días. El pasado 26 de marzo, Hitomi se desintegró por completo, y los intentos de JAXA por recuperar al satélite se extendieron hasta los últimos días de abril. ¿Qué causó semejante pérdida? Comandos de software erróneos, un conflicto entre sus dispositivos, y la inevitable falla estructural.
La misión Hitomi le costó a la agencia espacial japonesa el equivalente a unos 286 millones de dólares. Es un número importante, aunque se encuentra en línea con los valores que podemos encontrar en otros proyectos de escala similar. Se suponía que Hitomi iba a brindar grandes avances para la astronomía de rayos X… sin embargo, todo cambió para mal el pasado 26 de marzo.
Lamentablemente, Hitomi estuvo plagado de problemas desde el comienzo. Después de lograr su única observación astronómica, el satélite finalizó una maniobra para apuntar sus instrumentos a la galaxia Markarian 205. En ese punto, su «Sistema de Rastreo Estelar» experimentó fallas al mismo tiempo que el satélite pasaba por la Anomalía del Atlántico Sur. Esto por sí solo no era suficiente para arruinar a Hitomi, pero sin dudas fue la primera pieza del efecto dominó. El llamado «Sistema de Control de Actitud» (sí, la palabra es efectivamente «actitud») necesitaba los datos del sistema de rastreo, y ante la presencia de una falla, busca obtener información de la «Unidad de Referencia Inercial». El sistema de rastreo y la unidad de referencia estaban en completo desacuerdo. Cuando esto sucede, la unidad de referencia recibe prioridad, pero aquí apareció otro error, ya que la unidad reportaba una rotación de 20 grados por ahora, cuando en realidad no existía.
Así llegamos al «horror» de software: Los comandos que debieron estabilizar al satélite habían sido cargados semanas antes, sin ninguna clase de evaluación previa. Con la «falsa» rotación, Hitomi comenzó a usar sus ruedas de reacción, y en vez de «frenar», lo único que logró fue girar cada vez más rápido. Ante la falta de respuesta, el satélite jugó su última carta: Ingresó en «modo seguro» y trató de utilizar sus propulsores de maniobra para detener la rotación. Debido a los comandos equivocados, la «solución» fue puro veneno, y Hitomi se «centrifugó a muerte» al otro lado del planeta, sin la posibilidad de una conexión en tiempo real. Hitomi es historia, pero también lo es su calorímetro de rayos X. Treinta años de trabajo, dos intentos fallidos previos (2000 y 2005), y ahora las opciones son construir otro (cinco años, 50 millones de dólares), o esperar a que la ESA lance su misión ATHENA… en 2028.
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