Un descubrimiento contradice a las teorías que explican el envejecimiento como una acumulación de daño celular debido a procesos de oxidación. Científicos de la prestigiosa Universidad de Stanford tienen pruebas que envejecemos como parte de un “accidente” de la evolución. La pregunta del millón es, por supuesto, si esta nueva teoría puede ayudarnos a vivir más tiempo.
A escala cósmica, nuestra vida dura sólo un instante. Nacemos, aprendemos cuatro o cinco cosas útiles para sobrevivir, nos reproducimos (si es que no somos demasiado feos para ello), y comenzamos un proceso de decadencia física y mental que rápidamente nos lleva a la muerte. Puede sonar deprimente, pero para la mayoría de las personas la vida es mucho más corta de lo que debería ser. Los hombres de ciencia han trabajado sobre este problema durante siglos. Desde la búsqueda de la fuente de la juventud por parte de alquimistas y aventureros hace siglos, hasta los científicos de la Universidad de Stanford que han descubierto que nos marchitamos culpa de un accidente evolutivo.
Los seres vivos envejecemos con la edad. Pero no todos lo hacemos a la misma velocidad. Por ejemplo, algunas tortugas son sexualmente activas y ponen huevos hasta los cien años de edad. Se sabe de ballenas que viven unos doscientos años (si se mantienen lejos de los balleneros japoneses) y de una variedad de almejas que pueden vivir cuatro siglos. Stuart Kim, profesor de desarrollo biológico y genético de la Universidad de Stanford se ha preguntado durante años que es lo que hace tan diferente la duración de la vida de diferentes clases de animales. Como todo científico que se precie de tal, ha realizado junto con su equipo una serie de experimentos destinados a encontrar cual es el factor que hace posible estas diferencias.
El grupo de investigadores de Stanford ha encontrado pruebas de que el envejecimiento que tanto mortifica a las personas (y que da de comer a más de una industria farmacéutica y cosmética) es solamente un “pequeño” accidente de la evolución. El descubrimiento contradice a la teoría más aceptada, que explica el proceso de envejecimiento se debe a una acumulación de daño a nivel celular producido como resultado de procesos de oxidación. No es un dato menor: si envejecemos por que hay “algo” dentro de nuestro código genético determina que ocurra, existe una posibilidad de corregir ese error, deteniendo o incluso revirtiendo ese proceso.
Kim y sus compañeros utilizaron los laboratorios para efectuar un exhaustivo análisis de una variedad de gusanos nematodos llamados caenorhabditis elegans. Estos divertidos gusanitos miden poco más de un milímetro de largo y envejecen muy rápidamente. Su vida solo dura unas 2 semanas, lo que los convierte en ideales para este tipo de investigaciones, por que no hay que esperar años para ver si los experimentos alargan o acortan su expectativa de vida. Además, el C. Elegans es transparente a lo largo de toda su vida, lo que facilita la observación de su desarrollo bajo el microscopio; es hermafrodita, característica que ayuda a la obtención y mantenimiento de individuos con mutaciones recesivas; es un organismo muy simple, con solo unas 1000 células, lo que permite caracterizar cómo se genera cada linaje celular a lo largo del desarrollo; y es muy fácil “criarlos” el laboratorio.
Comparando gusanos viejos con otros más jóvenes, Kim descubrió un cambio curioso que podría relacionarse con el envejecimiento. Se trata de cambios moleculares que parecen generar cambios genéticos que transforman a los gusanos jóvenes en viejos. Los científicos utilizaron chips de silicio conocidos como “microarrays” capaces de detectar cambios en los genes. De esa forma pudieron “cazar” varios trozos de ADN que cambian a medida que transcurre la (aburridísima) vida del C. Elegans. Resumiendo un poco, encontraron una serie de genes que parecen activar la trascripción de un factor llamado elt-3, que se hace más y más abundante con la edad, causando el envejecimiento.
En algún punto del desarrollo evolutivo de los seres vivos el proceso de envejecimiento proporciono alguna clase de ventaja. No es difícil imaginar como una colonia de seres “A” cuyos integrantes eran mayormente jóvenes, sanos y vigorosos tenia una ventaja sobre la colonia “B”, compuesta por viejos (de edad) ejemplares dañados físicamente por accidentes producidos con el entorno. Aún sin envejecer, los “B” podían dejar de ser productivos con el tiempo, mermando la eficacia del grupo. En cambio, la colonia “A”, cuyos integrantes envejecían y morían dejando lugar a jóvenes y sanos, tenia una ventaja a la hora de aprovechar los recursos disponibles. Algún hecho de este tipo puede haber sido el disparador para que ese maldito trozo de código genético, presente hoy día en el ADN del C. Elegans, se convirtiese en una pequeñísima pero efectiva bomba del tiempo que elimino de la faz de la Tierra a billones de seres vivos.
Si se llegara a comprobar que este proceso en los humanos, los científicos podrían encontrar una forma de “curarnos” de ese accidente, haciendo que la producción del factor elt-3 (o su equivalente humano) nunca comenzase. Teóricamente, podríamos vivir sin ver a nuestro cuerpo deteriorarse a través de los años. Quedarían, por supuesto, pendientes cuestiones como el cáncer u otras enfermedades, que seguramente seguiría siendo un problema ya que su aparición no depende exclusivamente de la edad. Pero resulta esperanzador saber que estamos comenzando a comprender este proceso.