Científicos descubren una piedra bajo el ártico canadiense que tiene 4.500 millones de años de edad, más o menos la misma que tenía nuestro planeta cuando comenzó su andadura por el cosmos. Este hallazgo supone una puerta al pasado remoto que nos permite investigar las condiciones precisas que existían en la Tierra en sus primeros estadios de formación. Este pedazo de Tierra se ha mantenido a lo largo de tantos años sin contaminarse ni variar un ápice su composición original, por tanto, ofrece valiosísimas pistas para saber cómo era la Tierra desde su nacimiento.
La burbujeante superficie de magma que dominaba la Tierra hace 4.500 millones de años ha quedado inmortalizada en un manto primitivo que ha permanecido intacto durante todo este tiempo sin sufrir contaminación ni variaciones con respecto a su composición original. Un grupo de científicos del Departamento de Magnetismo Terrestre del Instituto Carnegie lo han encontrado dentro de unas rocas volcánicas de la isla Baffin, en el Ártico canadiense. Las rocas en sí apenas tienen unos 62 millones de años, pero en su interior guardan la prueba de que bajo la isla se encuentra un manto primitivo que ha resistido la violenta transformación geológica terrestre sin cambiar nada de su composición original. No se sabe cómo ha podido suceder semejante milagro, pues la actividad evolutiva del planeta no permite que cosas como esta puedan darse con facilidad, pero ahí la tenemos, una tatarabuela rocosa de miles de millones de años con una estupenda salud de piedra.
Esta muestra del pasado remoto de la Tierra permitirá a los científicos estudiar cómo era nuestro planeta justo después de formarse el núcleo y antes de que se formara la corteza. Estamos hablando de un periodo fascinante donde la Tierra aún se encontraba en su fase de nacimiento, caracterizada por violentos sucesos geológicos y unas condiciones extremas de las que sabemos bastante poco. "Se trata de un periodo clave en la formación de la Tierra -asegura Richard Carlson, coautor del estudio-. Ahí se preparó el escenario para todo lo que vendría después. El manto primitivo que hemos identificado debería ser la fuente última de todos los magmas y los diferentes tipos de rocas que podemos ver en la Tierra actual".
Los expertos han conseguido datar estas rocas tan especiales gracias a la extrañamente elevada proporción de Helio-3 que contienen estos trozos de Tierra primigenia. La mayor parte de las reservas de Helio-3 se han ido perdiendo en el espacio tras llegar a la superficie a través de miles de erupciones volcánicas a lo largo del tiempo. No pasa lo mismo con el Helio-4 cuya creación se debe a la descomposición del uranio radiactivo y el torio, hecho que hace que el 99% de todo el Helio existente sea esta variante llamada Helio-4. Los expertos analizaron las muestras de esta lava tan especial y encontraron que no habían perdido ese Helio-3, lo que implica que no ha estado sometido a la diferenciación química experimentada por el resto del manto. El análisis de los isótopos que se encontraban en las rocas permitió datar entre 4.550 y 4.450 miles de millones de años la edad de estas muestras.
En definitiva, que nuestra Tierra posee su propia particularidad geológica y esto desbanca las afirmaciones de los científicos que dicen que antes de la formación de la corteza terrestre, la química del manto era muy similar a la de las condritas, una clase de meteoritos tan antiguos como el propio Sistema Solar.