¿Por qué viajar al espacio en costosos (e inseguros) transbordadores espaciales si podemos hacerlo en ascensor? Esta es la pregunta que intentan responder en la competencia Space Elevator: 2010, una verdadera carrera en la que se trata de poner en marcha un sistema revolucionario para poner satélites en órbita, sin usar cohetes.
Un ascensor espacial es un ingenio propuesto por el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke y la idea es engañosamente simple: solo hay que colocar un peso importante en orbita geoestacionaria, a 36.000 kilómetros de altura sobre el ecuador de la Tierra, y “atarlo” a nuestro planeta mediante una “cuerda” superresistente que hace las veces de “torre” por la que suben y bajan cabinas presurizadas capaces de llevar y traer cargas al espacio. Space Elevator: 2010 es una competencia que desafía a varios equipos de investigación a desarrollar proyectos orientados a la construcción de un ascensor espacial. Está financiada y supervisada por la Spaceward Foundation y Centennial Challenges, de la NASA.
La idea de esta especie de súper-concurso es la creación de un sistema mecánico que reemplaza a los “anticuados” vectores basados en cohetes de diferentes clases (léase: transbordador espacial, Ariane y demás). Es que a pesar de que cumplen bastante bien con su misión –al fin y al cabo, todos los satélites en órbita han viajado a bordo de alguno de estos dinosaurios- son enormemente costosos, contaminantes y, sobre todo, poco eficientes. Veamos un ejemplo: el transbordador espacial pesa, en el momento del despegue, exactamente 2.041.166 kilogramos. Y la carga útil que puede transportar es de solo 28.803 kilogramos. Es decir, puede transportar solo cargas que representan el 1.4% de su peso. Si fuese un coche, solo podría llevar un pasajero de unos 15 kilos de peso. Este rendimiento casi ridículo es lo que hace tan caro poner en órbita un satélite. Pero si tuviésemos un ascensor que nos dejase a 30.000 kilómetros de altura con todo y paquetes, otra sería la cuestión.
Los expertos calculan que el costo operativo de un ascensor de este tipo seria de solo el 1% del que actualmente representa un viaje en transbordador. Por supuesto, el desafío es enorme: llegar a la órbita geoestacionaria equivale a subir a la terraza de un edificio de unos 12 millones de plantas. Para estimular a las universidades y empresas particulares a buscarle una solución a este problema nació el premio Space Elevator: 2010.
La Spaceward Foundation proporciona, todos los años, el marco para que las empresas y aficionados demuestren de qué son capaces. Allí se comparan ideas y se ponen a prueba compuestos y componentes que quizás algún día formen parte del primer ascensor espacial. Por ejemplo, el organizador instala una cinta más o menos larga, que pende de una gran grúa, y los participantes deben demostrar cómo sus “cabinas de ascensor” pueden trepar por ella llevando la mayor cantidad de peso posible. La mayoría de los proyectos presentados justamente funcionan de esa manera: una cabina de ascensor que sube y baja por el exterior de un soporte.
Estamos aún lejos de lograr tener semejante ascensor en funcionamiento, pero día a día se hacen avances significativos. Por ejemplo, un equipo de científicos británicos desarrolló una tecnología que es indispensable para el proyecto. En efecto, investigadores pertenecientes a la Universidad de Cambridge construyeron un cable de carbono flexible, liviano e increíblemente fuerte, que tiene el potencial de “expandirse” hasta alcanzar alturas enormes. Este compuesto podría ser la columna vertical del ascensor. La NASA les otorgó un financiamiento de cuatro millones de dólares para que sigan investigando este material.
Uno de los desafíos que deben enfrentar los participantes es lograr que sus modelos a escala sean capaces de trepar una distancia de un kilómetro a una velocidad mínima de 2 metros por segundo. Los mejores resultados hasta la fecha incluyen distancias de sólo 100 metros y velocidades máximas de 1,8 metros por segundo. A 2 metros por segundo, el viaje de 36 mil kilómetros hasta la órbita insumiría unas 5000 horas (más de 208 días), de ahí el interés de la Spaceward Foundation en estimular la construcción de modelos más veloces. El próximo encuentro está previsto para abril y, si gustas, puedes llevar tu modelito.
Hace unos cuantos meses un equipo de científicos japoneses anunció que habían construido un cable de nanomateriales que era unas 180 veces más resistente que el acero. Era el candidato ideal para dar forma a la columna del ascensor, pero no hemos vuelto a oír hablar de ellos. Si alguno de estos equipos da en el clavo, es posible que el turismo espacial finalmente sea accesible a todo el mundo (y que el ascensor de tu edificio tenga un botón que llegue a la Luna).