Un artículo publicado en Geophysical Research Letters sugiere que las emisiones de hollín producidas por mil lanzamientos espaciales privados podrían tener un enorme impacto en la atmósfera. Simulaciones realizadas por científicos de la industria espacial demuestran que la temperatura superficial de la Tierra podría aumentar, reduciendo el hielo de los polos entre un 5% y 15%. Suponiendo que estos datos son correctos, ¿vale la pena el precio a pagar por pasar unas horas en el espacio?
En los últimos años hemos visto cómo la industria espacial privada ha puesto a punto vehículos, pistas de lanzamiento y sistemas de control de vuelo destinados a promover lo que -en general- se denomina “turismo espacial”. La idea es muy atractiva: por un monto de dinero relativamente razonable puedes dejar la Tierra y pasar unas horas o días en el espacio. A pesar de que el costo de esta aventura está y estará fuera del alcance de la mayoría de las personas, cientos de miles podrán convertir el sueño de viajar al espacio gracias a la iniciativa privada. De alguna manera, empresas como Virgin Galactic, Space X, Orbital Sciences, Blue Origin, Bigelow Aerospace o Space Dev/Sierra Nevada han ocupado el sitio que agencias gubernamentales como la NASA han dejado libre debido a sus problemas presupuestarios. En principio, uno podría pensar que no es una mala idea, al fin y al cabo, solo se trata de ofrecer un producto -completamente legal- que muchos potenciales clientes están buscando. Pero algunos científicos creen que el turismo espacial podría tener un impacto altamente negativo en el medio ambiente
La polémica se desató con la publicación de un artículo en la última edición de la Geophysical Research Letters. En ese trabajo un grupo de científicos manifiesta que las emisiones de gases producidas por los lanzamientos de cohetes de forma indiscriminada podría atentar contra la ya débil salud de la atmósfera terrestre, acelerando el proceso conocido como “calentamiento global”. El artículo sugiere que las emisiones de hollín provenientes de mil lanzamientos de cohetes privados -un número de despegues que podría alcanzarse en tres o cuatro años- equivaldría a las producidas por toda la aviación mundial actual. Agregar todo ese hollín a la atmósfera modificaría la circulación atmosférica global, la distribución de la capa de ozono y -a modo de “premio extra”- podría aumentar las temperaturas de los polos en 1 ° C. Este cambio, que a primera vista parece insignificante, podría ser suficiente para reducir la cantidad de hielo que existe sobre el mar polar entre un 5% y un 15%. Ya hemos visto como algunas islas han desaparecido bajo las aguas culpa del incipiente deshielo que se está produciendo en este mismo momento, por lo que ponerle fichas a este proceso no parece ser precisamente una buena idea.
¿Es realista este escenario? En principio, y suponiendo que al menos dos o tres de las compañías que se encuentran trabajando para desarrollar la industria del turismo espacial logren su objetivo, en número mágico de “mil lanzamientos” no parece imposible de alcanzar. Incluso, podría alcanzarse en muy poco tiempo. Las listas de espera de gente (que en muchos casos hasta ha adelantado importantes sumas de dinero) que estas empresas poseen incluyen a centenares de futuros pasajeros. Esto significa que si se dispone de la tecnología, los lanzamientos tendrán lugar. Pero a los viajes “de rutina” hay que sumar los necesarios para poner a punto el (o “los”) hoteles espaciales destinados a acoger a tan afortunados viajeros. Spaceport America, un sitio de lanzamiento en Las Cruces, Nuevo México, inauguró su primera pista hace menos de una semana. Durante los próximos tres años, empresas como Virgin Galactic planean efectuar hasta dos lanzamientos por día para turistas espaciales. Mientras tanto, el Congreso de los EE.UU. en septiembre de este año aprobó 1,6 miles de millones de dólares en inversiones privadas relacionadas con el vuelo espacial. En este escenario, “mil vuelos” parece incluso una cifra conservadora.
"Existen límites sobre la cantidad de humanos que se pueden poner en órbita sin tener un impacto significativo", dice Martin Ross, un científico atmosférico de la Aerospace Corporation en Los Ángeles, California, coautor del estudio. Casi todos los cohetes comerciales queman una mezcla de queroseno y oxígeno líquido. Sin embargo, varias empresas -Virgin Galactic es una de ellas- planean utilizar motores "híbridos" más económicos, que obtienen su empuje quemando una mezcla de hidrocarburos sintéticos y óxido nitroso. Ross explica que “estos motores emitirán más negro de humo de los motores tradicionales basados en queroseno y oxígeno”. El problema reside, tal como explica Michael Mills, un químico atmosférico del National Center for Atmospheric Research (NCAR) y coautor del documento, en que “si bien la lluvia produce el lavado de estas partículas que se encuentran flotando en la atmósfera cerca de la superficie de la Tierra, no ocurre lo mismo con las que depositamos en la estratosfera. Allí no lluvias, y pueden permanecer intactas entre 3 y 10 años”. Para llegar a tan alarmantes conclusiones, los investigadores crearon modelos globales de la atmósfera y viendo como respondían cuando se simulaba la inyección de unas 600 toneladas de negro de carbón al año en un solo lugar: Las Cruces, el sitio de lanzamiento de Spaceport America.
Los resultados de la simulación fueron contundentes: una capa de hollín atmosférico se mantiene dentro de los 10 ° de latitud del lugar de lanzamiento, y aproximadamente el 80% del negro de carbón emitido se mantiene sobre el hemisferio norte, extendiéndose entre los 25°C y 45°C de latitud norte. Estas partículas, siempre según el modelo de Ross y Mills, produce una disminución de temperatura a alrededor de 0,4°C en los trópicos y subtrópicos, y un aumento de temperatura de entre 0,2 y 1°C sobre los polos. Como si esto fuese poco, el modelo muestra que esta inyección de hollín producirá además una reducción del ozono de hasta 1,7% en los trópicos y subtrópicos, y el aumento de un 5 o 6% sobre en las regiones polares. Simone Tilmes, un químico atmosférico del NCAR que no participó en el estudio dice que “el trabajo demuestra que puede ocurrir si se fuerza el sistema climático en un solo punto o hemisferio, y los grandes cambios que pueden tener lugar". ¿Esto significa que debemos olvidarnos de los viajes espaciales privados? No necesariamente. Pero resulta obvio que, antes de meternos en problemas, deberíamos revisar mejor las consecuencias de estos viajes. El turismo espacial no es una industria de la que dependa la vida de nadie, y si el costo del pasaje debe ser un poco más elevado para que se puedan utilizar motores menos contaminantes, pues que los aumenten. Lo importante es no echar más leña -innecesaria- al fuego del calentamiento global, ni regar indiscriminadamente con chatarra espacial extra la ya castigada órbita terrestre. Tenemos como antecedente el desastre que hemos hecho con la ecología de gran parte de nuestro planeta: debería servirnos como lección fundamental sobre como obrar en el futuro. ¿No te parece?