El gobierno del Tíbet ha anunciado un plan masivo para evitar que el desierto siga extendiéndose por sus territorios. El llamado “techo del mundo” sufre un grave deterioro a causa del calentamiento global y la acción humana que está derritiendo los glaciares. La noticia es que por fin comienzan a poner medios para combatirlo. China ha aprobado una partida millonaria para recuperar el ecosistema tibetano y devolverlo a su estado original antes del 2030.
A lo mejor se cumple el estereotipo que poseemos sobre los lamas o sobre la elegante filosofía zen, pero resulta que van a ser de los pocos que se deciden a poner dinero sobre la mesa para llevar a cabo un plan concreto contra los efectos del cambio climático. Sangye Drawa, responsable de la oficina forestal regional, ha declarado que el desierto se ha adueñado ya del 18 % de la meseta tibetana, terreno equivalente a 21,7 millones de hectáreas y afirma que avanza a un imparable ritmo de 39.500 hectáreas anuales. Estas cifras preocupan mucho a las autoridades locales que además son conscientes de que en el altiplano tibetano (4.000 metros de altura) los efectos del cambio climático se amplifican pues se trata de una de las zonas más sensibles del planeta a estos efectos.
"El impacto del calentamiento global ha acelerado la contracción de los glaciares, que al fundirse están aumentando el nivel de los lagos del Tíbet", comentó Zheng Guoguang, responsable de la Administración Meteorológica de China. Según este funcionario, "si el calentamiento continúa, millones de personas en el oeste de China se enfrentarán a inundaciones a corto plazo y a sequías a la larga".
El gobierno regional no quiere perder este sistema ecológico único y piensan invertir 15.500 yuanes (1.640 millones de euros) en un plan de choque para detener el avance de la desertización de la zona. El proyecto pretende la resurrección natural de los sistemas ecológicos del altiplano Qinghai-Tíbet, donde la temperatura ha aumentado una media de 0,32 grados centígrados por década desde que empezaron a tomarse los datos en 1961. Según Drawa, existen varias causas que provocan la progresiva desertización del Tíbet: sequedad del clima, exceso de pastoreo, explotaciones mineras y tala de árboles indiscriminada que ha disparado la desaparición de cubierta forestal, que apenas representa el 11.3 % frente a la media del 20 % en el resto de China.
La primera inyección de dinero para tratar de recuperar el ecosistema tibetano ha sido lanzada hoy mismo y cuenta con un capital inicial de 5.4 millones de dólares. Estarán destinados a proteger 4 pantanos en el área de Ngari, en el suroeste del Tíbet. Se trata de los lagos de Mapham Yutso, Zhari Namco, Dongco y Pangong Tso. Con este plan masivo, que incluye proyectos de reforestación, las autoridades esperan que el proceso de desertización se frene el año próximo y que en 2020 la mitad del desierto haya revertido su tendencia y sea recuperable. Finalmente, esperan que para el año 2030, objetivo final del plan, se haya conseguido restaurar el ecosistema primitivo del Tíbet. Alguien por fin se remanga la camisa y pone manos a la obra para recuperar su patrimonio ecológico, que es, al fin y al cabo, lo más importante que tenemos.
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