El 4 de octubre de 1957 la URSS lanzó al espacio el primer satélite artificial de la historia. Bautizado “Sputnik”, seria pistoletazo de largada de la carrera espacial rusa (y norteamericana). Esta pequeña esfera de metal de menos de 60 centímetros de diámetro fue el precursor de los satélites de comunicaciones, del viaje a la luna y de las futuras conquistas espaciales.
Hace 50 años, Serguei Koroliov era uno de los pilares de la cosmonáutica soviética. Él fue quien construyó el misil intercontinental R-7 que, basado en un diseño alemán utilizado en la segunda guerra mundial y compuesto de varias fases, fue el propulsor del Sputnik. Así fue como, a caballo de un misil modificado, el 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética colocaba en órbita el primer satélite artificial de la historia, el Sputnik. Este hecho iniciaba una carrera espacial con la otra gran fuerza política y militar de la guerra fría, los Estados Unidos.
De hecho, la fecha del lanzamiento fue decidida contra reloj, ya que los científicos y políticos rusos suponían que los estadounidenses podrían lanzar un satélite propio el 5 de octubre, con motivo de la conferencia sobre el Año Geofísico Internacional que se celebraba en España.
Físicamente, el Sputnik no era demasiado impresionante. Construido con el estilo espartano y robusto que caracteriza a los vehículos espaciales rusos, era poco más que una bola metálica de 83,6 kilos de peso y 58 centímetros de diámetro. A bordo había dos radiotransmisores y cuatro largas antenas, que entre otras cosas emitían por radio un “bip” que muchos radioaficionados del mundo recibían en sus receptores.
“Sputnik” significa en ruso “compañero de viaje”, y despegó a las 22.28 horas, desde la estepa de Kazajistán. Desde este mismo sitio desde partiría el 12 de abril de 1961 el primer hombre que viajó al espacio, el ruso Yuri Gagarin.
Koroliov fue un apasionado de la aventura espacial. Debió luchar para que la cúpula del Partido Comunista le permitiese suplir la cabeza nuclear de un misil R-7 por el Sputnik. En 1956 viajo a la estepa de Kazajistán, lugar en el que miles de obreros e ingenieros estaban construyendo el primer cosmódromo del planeta: Baikonur. No era un lugar precisamente acogedor. Una región del planeta asediada por tormentas de arena, temperaturas extremas e insectos venenosos, parecía apta solo para los “suslik”, una especie de perros de las praderas.
Desde allí se efectuaron lanzamientos de prueba, y solo después un lanzamiento exitoso del R-7 (que cayó en Siberia), a Koroliov se le autorizó a lanzar el Sputnik. Tras seis intentos fallidos, a las 22 horas y 28 minutos (hora local) del 4 de octubre de 1957 el Sputnik llegó a su órbita. Posicionado con una ángulo de 65 grados y 6 minutos, por primera vez la mano y mente humana comprobaban de forma experimental lo postulado por Newton 300 años antes.
Su órbita elíptica tenía una altura mínima (llamada perigeo) de 228 kilómetros y una altura máxima de 947 kilómetros. Demoraba 96 minutos y 10,2 segundos en cada vuelta a la tierra. Luego de dar cientos de vueltas al planeta, recordando su presencia a los EE.UU. mediante su “bip bip”, finalmente el 4 de enero de 1958 se consumió en la atmosfera al finalizar su vida útil.