¿Cual debe ser el papel que un Estado juegue en la adopción de nuevas tecnologías? Impulsores o reguladores? ¿Gasto o Inversión? El debate parece no tener fin, pero asumirlo y llevarlo a cabo es un deber de las sociedades maduras que se precien de tales, y en las que sus integrantes busquen no solo el beneficio personal sino el de todos. La tecnología avanza a pasos agigantados y uno de los mayores retos para los gobiernos es el de lograr la igualdad digital.
Cuando Alvin Toffler escribió “La Tercera Ola”, describió al mundo y su desarrollo como una sucesión de olas, cada una de las cuales abarca cambios significativos y únicos en la historia de la humanidad. Lo que ni Toffler, ni Julio Verne, ni nadie hubiera imaginado es que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) llegarían a ocupar el papel que tienen hoy en día. Y los cambios se aceleran cada vez más. En 1997 aparecían los procesadores Intel MMX, las primeras cámaras digitales (de un megapíxel), y el Winamp (el primer reproductor de mp3 para ordenadores), Internet ya era una realidad pero a 56Kbps vía dialup. Sin embargo, parece que habláramos de la prehistoria. Mirar o utilizar un coche de 10 años no parece raro, pero utilizar un ordenador que tenga esos años sin dudas que es difícil. Los cambios son cada vez más rápidos y las nuevas tecnologías avanzan y desplazan, en importancia y volúmen, a otro tipo de industrias como la automotriz, la agropecuaria o incluso la turística.
En este contexto, resulta imposible pensar en un Estado que no implemente políticas de desarrollo tecnológico en su territorio. El problema surge cuando se analiza el rol que el mismo debe cumplir. Nadie desea un Estado totalitario al estilo de China, en donde todos los contenidos son celosamente vigilados y la censura llega a límites casi incomprensibles. Los países más avanzados tienen políticas de desarrollo tecnológico bien claras, donde se busca regular con el solo fin de unificar el esfuerzo y dirigirlo.
Y en esta materia los países escandinavos son un ejemplo a seguir. Dinamarca lidera a nivel mundial en cuanto al desarrollo del e-gobierno, o gobierno electrónico, mientras que Islandia es puntera en el ranking mundial de conexiones de banda ancha per cápita, rubro en el que también Dinamarca tiene una buena ubicación. EEUU, por el contrario, tiene solo el 15,9% de su población conectada por la vía rápida, lo que muestra que aún tiene un largo camino por recorrer. Cierto es que en los países nórdicos el clima juega el papel de catalizador, apurando este tipo de iniciativas debido a lo difícil de las comunicaciones y los traslados en ciertas épocas del año. Pero no menos cierto es que se vive allí con el convencimiento de que es imperativo acelerar el desarrollo de las NTIC, tanto por cuestiones económicas como ecológicas.
Pero el Estado no debe ser el único creador e impulsor de nuevas tecnologías, sino que necesita de socios: las corporaciones. Las grandes empresas, no solo las de tecnología sino también las de otros rubros, obtienen enormes ganancias gracias a la comunidad en la que se desempeñan. Por ello no deben tener una mirada ajena en el desarrollo tecnológico sino que por el contrario una parte de su presupuesto debería contemplar la realización de acciones en la que puedan ayudar a la comunidad, como una forma de devolver a la misma el apoyo recibido. Con una política clara desde el Estado, esos esfuerzos estarían dirigidos, de manera que puedan crearse en los lugares donde más se los necesite, y de este modo el Estado puede cumplir con su función reguladora. Inclusive puede activar este tipo de actitudes de las corporaciones mediante una política de impuestos que contemple rebajas y bonificaciones para aquellas que inviertan en el desarrollo de nuevas tecnologías y en su implementación en la comunidad.
Otro aspecto importante es el de la necesidad de separar el gasto (o inversión) en tecnología del destinado a la educación. En muchos países los Estados asumen que la inversión en tecnología debe formar parte del presupuesto educativo, dado que el uso que se le dará será primordialmente para la educación. En otros países, el criterio es el mismo pero para unir a la tecnología con la ciencia. Son pocos los países en los que hay un ministerio de tecnología, o de ciencia, cuya única función (o al menos la principal) sea la de propiciar el desarrollo de las NTIC.
Para crecer y no quedar relegados en esta carrera digital se necesita del esfuerzo de todos: Estado, corporaciones, instituciones educativas y emprendedores particulares. No es solo el Estado quien debe cargar con todo este peso, pero sí es el responsable de iniciar el cambio, y también de liderarlo.