Al ver las instalaciones utilizadas para desarrollar la primera bomba nuclear, uno no puede evitar experimentar un sentimiento de temor ante lo que se logró. El “Proyecto Manhattan” -tal el nombre en código que se le había asignado a este desarrollo- tuvo lugar en el contexto de una guerra desesperada y amarga, lo que para algunos justifica su existencia. Se desencadenó un monstruo que, a pesar de haber escondido sus garras al final de la Guerra Fría, siempre acechará a la humanidad desde las sombras. Hoy te mostramos las tripas del Proyecto Manhattan, el sitio donde el monstruo atómico rompió sus cadenas.
“Proyecto Manhattan” fue el nombre en clave de un desarrollo científico efectuado en forma conjunta por los Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá durante la Segunda Guerra Mundial. El objetivo final de este proyecto era, por supuesto, desarrollar una bomba nuclear antes que Alemania.
Proyecto Manhattan
Si bien no se conoce exactamente el origen del nombre clave asignado, la mayoría de los historiadores coinciden en atribuirlo al líder del laboratorio, el físico Julius Robert Oppenheimer, como referencia a la poesía de John Donne. El proyecto agrupó a una gran cantidad de eminencias científicas de casi todas las ramas de la ciencia. El equipo, compuesto por físicos, químicos e informáticos, fue dirigido por Oppenheimer, y la seguridad militar estuvo a cargo del general Leslie Richard Groves. Aunque se realizaron trabajos en varios sitios, la mayor parte del proyecto se llevó a cabo en el Distrito de Ingeniería Manhattan, situado en el sitio que ahora se conoce como Laboratorio Nacional Los Álamos.
A fines de la década de 1930 ya se sabía que podía obtenerse enormes cantidades de energía a partir de las reacciones nucleares. De hecho, experimentos realizados en Alemania (previos a la guerra) habían demostrado que la fisión del átomo era posible y que el régimen estaba trabajando para conseguirlo. Desde enero de 1939, un pequeño grupo de científicos pertenecientes a la universidades de Columbia, Princeton y California trabajaron duro para determinar si la fisión atómica en cadena -es decir, que una vez iniciada la propia energía generada bastase para mantenerla en marcha- era viable. Después de tres años, el resultado se dio a conocer: una reacción en cadena de fisión era viable. La “bomba atómica” era, al menos en teoría, posible.
Pero no fue hasta un día antes del ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941, momento en que Estados Unidos entró oficialmente en la Segunda Guerra Mundial, que se creó el Comité S-1 con el objetivo de guiar las investigaciones destinadas a construir una bomba atómica antes que los alemanes. A partir de enero de 1942, el Proyecto Manhattan se centró en el diseño de fábricas para producir material para la fisión en cantidades suficientes para lograr su objetivo. Las operaciones a gran escala, relacionadas con el proyecto, fueron asignadas al ejército por el presidente Roosevelt, y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército designó al Coronel James Marshall para supervisar la construcción de fábricas para la separación de isótopos de uranio y producción de plutonio.
En ese tiempo, el único método que parecía prometedor para la separación a gran escala era la separación electromagnética, desarrollada por Ernest Lawrence en el Laboratorio de Radiación de la Universidad de California. Sin embargo, los científicos continuaron estudiando otros métodos alternativos debido a su alto costo y a que era improbable que pudiera producir suficiente material antes del final de la guerra. Ya que no se conocía exactamente qué tipo de proceso seria necesario para conseguir este material, se implementaron en forma simultanea tres métodos de producción diferentes. Tras dos años de trabajo, las plantas piloto produjeron algunos gramos de material para fisión.
Desde enero de 1944 hasta julio de 1945, las plantas de producción a gran escala se mantuvieron en operación, produciendo el material necesario para fabricar tres bombas atómicas. No fue, en absoluto, una tarea fácil. El esfuerzo bélico consumía todos los recursos del país, y hasta era difícil conseguir acero para construir las instalaciones.
Unos espectrómetros de masa, llamados Calutrón, fueron usados para separar los isótopos del uranio. Estas máquinas, desarrollados por Ernest Lawrence, eran similares a los ciclotrones. Funcionaban en la planta de Oak Ridge, Tennessee. Fueron utilizados para el enriquecimiento a escala industrial del uranio necesario para construir la bomba atómica “Little Boy”, que seria arrojada en Hiroshima en 1945.
Había que almacenar todo ese material radioactivo en alguna parte, y se eligió el condado de Benton para ello. La Hanford Nuclear Reservation es una extensión de terreno que ocupa 1.518 kilómetros cuadrados, equipada con depósitos adecuados para guardar lo que sería la materia prima de las primeras bombas atómicas. Las antiguas poblaciones de White Bluffs y Handford fueron evacuadas completamente, para conseguir más espacio para las operaciones militares. Todo lo que queda de semejante esfuerzo son las ruinas que ves en estas fotografías.
El primer ensayo atómico exitoso, la detonación de un dispositivo apodado “Trinity”, se llevó a cabo en el desierto de Alamogordo, Nuevo México. El 7 de mayo se calibraron los instrumentos destinados a analizar el comportamiento de la primera bomba atómica, haciendo explotar 100 mil kilogramos de TNT. El 16 de julio de 1945, a las 05:29:45 hora local, el dispositivo explotó con una energía equivalente a 19 kilotones de TNT. Había sido colocado sobre una torre metálica de 20 metros de altura y dejó un cráter de tres metros de profundidad por 330 metros de diámetro.
Según los testigos, en el momento de la explosión las montañas circundantes fueron iluminadas durante un par de segundos. 40 segundos más tarde los alcanzó el estruendo de la detonación. La onda de choque pudo sentirse a 160 kilómetros de distancia, y la nube en forma de hongo alcanzó 12 kilómetros de altura. Técnicamente, Trinity era una “Bomba-A”, un arma nuclear basada en plutonio. En la actualidad, en ese lugar existe un monolito cónico de color negro, formado por el silicio resultante de la fusión de la arena por el efecto del calor provocado por la explosión. En el arsenal de los Estados Unidos quedaban aún dos bombas nucleares (“Little Boy” y “Fat Man”) listas para detonar. La espada de Damocles acababa de ser colgada sobre el pescuezo de la humanidad.
Un par de semanas más tarde, Hiroshima y Nagasaki se convertirán en las dos primeras ciudades -y las únicas – en conocer de primera mano el poder del monstruo liberado mediante el “Proyecto Manhattan”.