Dos personas terminan su matrimonio. Una de ellas decide robar la identidad de su ex pareja para estudiar sus gastos personales. Una situación bastante común (lamentablemente), pero esta vez la historia es diferente: Quien robó la identidad es una astronauta estadounidense, y cometió el supuesto delito durante su misión en la Estación Espacial Internacional. Además de usar redes y propiedad de la NASA para realizar semejante maniobra, hay muchas preguntas de fondo. ¿Qué pasa con la ley?¿De qué jurisdicción hablamos? Si es el primer crimen en el espacio, ¿cómo se resolverá el resto?
Anne Charlotte McClain posee el rango de teniente coronel en el Ejército de los Estados Unidos, es ingeniera, y astronauta de la NASA. Participó como ingeniera de vuelo en las Expediciones 58 y 59 de la Estación Espacial Internacional, acumulando poco más de 203 días en el espacio. También se dedicó a jugar al rugby, y de no ser por sus compromisos previos, hoy tendría una carrera profesional en ese deporte. A simple vista, McClain parece la astronauta perfecta, pero nuestras vidas personales pueden ser más caóticas de lo que muchos imaginan.
McClain estaba casada con Summer Worden, ex oficial de inteligencia de la Fuerza Aérea. La separación fue básicamente un infierno, y con un niño en el medio (Worden tiene un hijo), todo se complicó. Pero hay más: Worden presentó una denuncia ante la FTC, acusando a McClain de robo de identidad. ¿Qué sucedió? Worden notó que su ex esposa tenía datos precisos sobre sus gastos. Al contactar a su banco y solicitar las ubicaciones de los ordenadores que habían ingresado con sus credenciales, detectó que uno de ellos estaba registrado a la NASA. La acusación no tardó en llegar: McClain habría entrado a la cuenta de Worden mientras se encontraba en la Estación Espacial Internacional.
La explicación de McClain a través de su abogado es que el ingreso a la cuenta fue para comprobar que había suficientes fondos destinados al pago de servicios «y» las necesidades del pequeño, siempre con el supuesto consentimiento de Worden. A principios de 2018, McClain acusó a su ex pareja de tener un temperamento explosivo y de tomar «decisiones financieras muy pobres». Al mismo tiempo, solicitó derechos compartidos de parentesco en una corte local. McClain trató de adoptar legalmente al pequeño, algo resistido por Worden aún cuando estaban casadas.
Además de la FTC, el caso también llegó a la Oficina del Inspector General de la NASA, encargada de investigar casos de fraude, abuso, desperdicio de recursos, y otros delitos a través de la agencia. Tanto McClain como Worden deberán resolver su situación «en tierra», pero si el crimen se llevó a cabo en el espacio… ¿por dónde se empieza?
En primer lugar, los investigadores aún deben comprobar si efectivamente se trató de un crimen. En segundo lugar, las cosas son bastante claras dentro de la estación. El llamado Acuerdo Intergubernamental de Cooperación establece que cada país tiene jurisdicción directa sobre su propia gente allí, siempre y cuando no afecte a alguien de otro país. McClain y Worden son ciudadanas estadounidenses, al igual que la cuenta accedida y la infraestructura. Sea cual sea la decisión que se tome, será en los Estados Unidos.
El problema es… que el resto del espacio «no es» Estados Unidos. Si en verdad ya tenemos al primer crimen cometido en órbita, es inevitable que exista un segundo o un tercero. El número de compañías privadas involucradas con el desarrollo espacial es cada vez más grande, y el marco legal disponible en lo que se refiere a crimen es limitado.
El famoso Outer Space Treaty indica que los gobiernos son responsables por lo que cada compañía comercial y/o entidad privada haga en el espacio, pero esto aplica a crímenes mayores. Cosas como hurto o robo de identidad necesitarán algo mucho más preciso, y si vamos a llenar la órbita de turistas, mejor darse prisa.
Fuente: New York Times
Fuente: The Verge