Algunos estudios sugieren que la tasa de recuperación para un mensaje guardado en una botella y arrojado al mar es inferior al 3 por ciento. Eso significa que cualquier evaluación oficial o estudio científico debe arrojar miles de botellas, esperando mejorar sus probabilidades. Un hallazgo en Australia durante el mes de enero de 2018 parece confirmar esa hipótesis, con un pequeño detalle: El mensaje fue escrito en junio de 1886, como parte de un experimento que el Laboratorio Naval Alemán había iniciado 22 años antes.
Si empezamos a recopilar información sobre mensajes en botellas, lo cierto es que vamos a encontrar detalles muy interesantes. Por ejemplo, el autor Robert Kraske en su libro «The Twelve Million-Dollar Note» indica (con referencias al Instituto Scripps de Oceanografía) que algunos organismos marinos comienzan a crecer en la botella, provocando que se hunda en un plazo de 8 a 10 meses.
También hay que considerar a aquellos casos en los que alguien encuentra una botella, pero decide no anunciar su hallazgo, ya sea porque no es muy importante, o porque prefiere conservarlo como souvenir. Sin embargo, el mensaje que veremos a continuación no sólo fue presentado al mundo, sino que es el más antiguo jamás encontrado:
La botella fue descubierta por Tonya Illman el 21 de enero de 2018 en una playa australiana al norte de Wedge Island (a unos 160 kilómetros de la ciudad de Perth). En un principio planeó quedarse con la botella y colocarla en su librería, pero la novia de su hijo notó que había algo dentro. El papel tiene la apariencia de un formulario, el cual fue completado en alemán. La tinta había desaparecido casi por completo, y con la ayuda de una luz se logró recuperar la mayor parte del texto.
La botella salió de la nave «Paula» el 12 de junio de 1886, y esto se pudo verificar gracias al trabajo del Western Australian Museum y la BSH alemana, que contra todo pronóstico lograron localizar la bitácora meteorológica original de la nave, donde figura que efectivamente se arrojó una botella por la borda del 12 de junio de 1886. Además, la letra de la bitácora era idéntica a la del mensaje, confirmando que se trata del capitán (su nombre no trascendió).
El mensaje era parte de un experimento iniciado por el Observatorio Naval Alemán en 1864. Las naves alemanas que recorrieron el mundo arrojaron miles de botellas al mar hasta su finalización en 1933, y durante esos 69 años sólo se recuperaron 662, la última en enero de 1934 en la costa danesa.
La botella de Illman eleva el número a 663, y afortunadamente, su «dueña» hizo lo correcto: La entregó en calidad de préstamo al Western Australian Museum, donde fue exhibida por dos años.