A medida que lees estas palabras, lo más probable es que te encuentres utilizando una plataforma con un procesador en su interior. En estos días, un procesador es prácticamente un derecho adquirido, pero incluso esta pieza crítica del hardware moderno tuvo un origen. En 1971, Intel era una empresa con apenas tres años de edad, y en ese entonces lanzaría un producto que cambiaría para siempre al mundo informático. Llegaba al mercado el procesador Intel 4004, el primero disponible al público en formato de chip simple.
Era el 15 de noviembre de 1971. Exactamente dos años antes, el submarino soviético K-19 chocaba con el USS Gato en el Mar de Barents, medio millón de personas en Washington D.C. protestaba en contra de la Guerra de Vietnam, y se abría el primer establecimiento de la cadena Wendy’s. Pero fue en ese día de 1971 que la evolución de los procesadores, y los ordenadores en general, daría un salto de calidad extraordinario. En la publicación Electronic News había aparecido un anuncio publicitario sobre un conjunto de cuatro circuitos integrados, en el que se mencionaba un procesador contenido en solamente un encapsulado cerámico. La empresa que lo estaba promocionando era Intel, que hasta ese punto se había dedicado a crear chips de memoria.
La historia nos obliga a regresar a 1969, cuando la Nippon Calculating Machine Corporation solicitó a Intel un diseño basado en un total de doce circuitos integrados para su calculadora Busicom 141-PF. Después de estudiar el diseño original, en Intel llegaron a la conclusión de que se podía alcanzar una solución más sencilla y elegante, en tan solo cuatro circuitos integrados. Este conjunto fue conocido dos años después como el MCS-4, entre los cuales se encontraba la primera unidad central de procesamiento en un chip individual, denominada Intel 4004. Su velocidad era de unos impresionantes 740 Khz, y podía llevar a cabo 92,600 instrucciones por segundo. Las mentes maestras detrás de este diseño mejorado fueron las de Federico Faggin, Ted Hoff, Masatoshi Shima y Stanley Mazor.
Con una cantidad de transistores ubicada entre los 2,250 y los 2,300, el Intel 4004 no fue otra cosa más que el primer eslabón de la cadena, el fuego primordial detrás de la Ley de Moore. Menos de un año después, el 8008 aparecía en catálogo, y allí comenzaba el período de aceleración. El Intel 4004 es considerado con buena razón como “el padre de los procesadores”, una piedra fundamental sobre la cual se han apoyado todos los modelos y diseños posteriores. Ayer cumplió cuarenta años, y no podemos hacer otra cosa más que saludarlo, a la vez que extendemos nuestro sincero agradecimiento a todos aquellos que se vieron involucrados en su creación. Si no fuera por el 4004, los procesadores como los conocemos hoy, sencillamente no existirían.