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El Graf Zeppelin visita el Polo Norte (1931)

El dirigible alemán LZ 127, más conocido como Graf Zeppelin, voló por primera vez el 18 de septiembre de 1928. Tres años más tarde, y luego de batir varios récords, logró arribar al Polo Norte, recorriendo 10.600 kilómetros en solo una semana. Además de servir como propaganda política, este viaje proporcionó datos científicos invalorables relacionados con el campo magnético terrestre, las condiciones meteorológicas del ártico y el registro fotográfico de grandes áreas hasta entonces desconocidas mediante una cámara panorámica.

Lo que generalmente denominamos “dirigible” no es otra cosa que un gran contenedor rígido y ligero que, gracias a la enorme cantidad de algún gas más liviano que el aire que almacena en su interior, puede volar. Se han construido muchos dirigibles, casi todos en la primer mitad del siglo pasado, pero uno de los más famosos y exitosos ha sido sin dudas el LZ 127, nombrado “Graf Zeppelin”, en honor a uno de los pioneros de la aeronavegación alemana: Ferdinand von Zeppelin.

Este tipo de aeronaves suelen ser de gran tamaño, ya que la carga útil que podrán transportar está en relación directa con el empuje vertical que pueda proveer el gas que lleva en su interior. Si se quiere levantar un gran peso, pues hace falta un gran dirigible. Y el Graf Zeppelin no era precisamente una excepción a esta regla: media más de 235 metros de largo, más de 30 de diámetro y podía transportar hasta 60.000 kilogramos de carga.

Realizó su primer vuelo el 18 de septiembre de 1928. Llevaba en su interior unos 105.000 metros cúbicos de hidrógeno, y obtenía su empuje de 5 motores Maybach de 12 cilindros, capaces de proporcionar unos 550 HP de potencia cada uno durante el despegue y 450 HP de forma continua durante el vuelo. Disponía de comodidades para 20 pasajeros, y desarrollaba una velocidad máxima de 128 kilómetros por hora. Todas estas características hicieron del Graf Zeppelin la mayor aeronave de su época.

A lo largo de su vida útil -fue retirado de servicio el 18 de junio de 1938- transportó a más de 34.000 personas, realizó en total más de 600 viajes, 150 de los cuales fueron cruces del Océano Atlántico, ya que la aeronave formaba parte de la linea regular de transporte de carga y correspondencia entre Europa y Sudamérica. Uno de sus primeros logros fue la vuelta al mundo que completó el  29 de agosto de 1929, que tuvo como destino final la ciudad de Lakehurst (Nueva Jersey, Estados Unidos), famosa por ser el sitio donde 9 años después se incendiase el LZ 129 Hindenburg causando la muerte de 35 personas.

Este viaje duró tres semanas, y fue un claro indicio de lo que era capaz de lograr este dirigible. Poco tiempo después batió el récord de vuelo sin tocar tierra, permaneciendo 128 horas en el aire. Su mayor reto fue alcanzar el Polo Norte, un viejo suelo del propio Conde Zeppelin, quien había planeado un viaje así 20 años antes, pero que no pudo concretar debido a la Primera Guerra Mundial.

En julio de 1930, bajo el mando de Hugo Eckener, el Zeppelin comenzó la travesía hacia el Polo Norte. Previamente, la aeronave había volado sin problemas entre Noruega y el archipiélago de las Spitsbergen, demostrando que era capaz de lidiar con las espantosas condiciones meteorológicas que se pueden encontrar en esas latitudes. Un viaje de estas características tenia al menos dos fines importantes. En primer lugar, el gobierno alemán obtendría un gran rédito político al demostrar al mundo de que eran capaces sus ingenieros. En segundo término, se podrían obtener datos científicos del Ártico que de otra manera serian prácticamente imposibles de conseguir.

Para que la aventura resultase aun más impactante, se había previsto que un submarino USS 0-12 “Nautilus (sí, el submarino norteamericano que finalmente alcanzó el Polo Norte se llamaba igual), se encontrase con el Graf Zeppelin en el mismísimo Polo y intercambiasen correspondencia. Lamentablemente, el Nautilus sufrió un par de inconvenientes que terminaron con el navío hundido en los fiordos de Bergen. Lejos de amilanarse, Eckener propuso encontrarse con un barco de superficie e intentar el traspaso de la correspondencia con el. Hay que aclarar que el tema recurrente de la correspondencia no era solamente un capricho, sino mas bien un medio para financiar el viaje: la venta de sellos postales -que luego tendrían gran valor entre los coleccionistas- proporcionarían la mayor parte del dinero necesario para la aventura.

 

 

Finalmente, se acordó un encuentro con un rompehielos ruso, el Malygin. El dirigible llevaba más de 300 kilogramos de correspondencia (unas cincuenta mil cartas) y el navío unos 120 kilogramos. El Zeppelin comenzó su viaje el 24 de junio de 1931, cubriendo el trayecto entre Friedrichshafen y Berlín (unos 600 kilómetros) en solo 8 horas. De ahí voló a Leningrado (1.400 Km) en 16 horas y siguió viaje hacia la  península de Kanín (1.300 Km), distancia que recorrió en unas 12 hs. volando a 108 kilómetros por hora de promedio. El viaje se desarrollaba sin problemas, y Eckener dirigió la aeronave hacia la Tierra de Francisco José (1.200 km), luego hacia la península de Taimyr (2.400 Km) y de ahí a las cercanías del Polo. En solo una semana estaban de vuelta en Friedrichshafen.

El  Graf Zeppelin voló en total unos 10.600 kilómetros a una velocidad promedio de 88 kilómetros por hora, 8.600 de ellos sin ser reabastecido de combustible. Los objetivos previstos fueron cumplidos con creces: el gobierno logró el reconocimiento de la capacidad operativa de las aeronaves dirigibles alemanas, y los científicos consiguieron una gran cantidad de datos. Se efectuaron mediciones del campo magnético terrestre y sus variaciones, se realizaron mediciones meteorológicas y el lanzamiento de globos más pequeños para la obtención de datos a diferentes alturas y se tomaron una gran cantidad de fotos panorámicas del Ártico, útiles para confeccionar mapas y actualizar los existentes.

Seguramente, si el terrible accidente del Hindenburg no hubiese tenido lugar, este tipo de aeronave se habría convertido en un medio de transporte barato que aún hoy utilizaríamos. Pero no era sencillo manejar con seguridad los miles de metros cúbicos de gas que necesitaban para volar, y los materiales disponibles en la época los convertía en algo muy frágil e inseguro. La “época dorada de los dirigibles” tuvo su apogeo durante el reinado del Graf Zeppelin, siendo él mismo uno de los mayores exponentes.

Escrito por Ariel Palazzesi

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