Sólo necesitamos unos pocos segundos para que lleguen a nuestras mentes varios ejemplos cinematográficos con actores digitales. Acción, fantasía, aventura y ciencia ficción son los géneros que más se apoyan en gráficos y animaciones, pero los referentes principales de la industria están convencidos de que en el futuro de Hollywood prácticamente no habrá límites. Hoy, tenemos la posibilidad de apreciar los últimos avances con el primer episodio de ReForm, una serie de cortos en Vimeo.
The Polar Express debutó en el año 2004. Historia decente, personajes horribles. En 2007, Robert Zemeckis lo intentó de nuevo a través de Beowulf, y aún con tres años a favor, los resultados fueron similares. Dos años después llegó Cameron cargando Avatar bajo el brazo, y su filme se convirtió en el más taquillero de la historia. Quienes hemos vivido rodeados de ordenadores reaccionamos con cierta frialdad a la calidad visual de Avatar, pero el resto del planeta colocó dólar sobre dólar para verla en 2D, 3D, DVD, Blu-ray, recortada y extendida. El 3D tal vez esté perdiendo vapor en las salas de cine, pero si hay algo que llegó para quedarse es la intervención de alta tecnología en los procesos de filmación y actuación. Lo más sorprendente es el constante avance. Si lo pensamos un momento, Avatar tiene seis años, y para muchos ya es obsoleta. Con eso en mente… ¿qué es lo que está por venir?
La serie ReForm del Creators Project, bajo su primer episodio «Los Humanos Digitales de Hollywood», nos permite dar un vistazo al trabajo del Instituto para Tecnologías Creativas de la Universidad del Sur de California. Para sus responsables, el próximo gran paso es nada menos que la realidad virtual como todos la soñamos, o sea, desarrollar elementos que nos acerquen más al clásico concepto de Holodeck, y para ello, la digitalización de humanos es un paso crítico. Su plataforma Light Stage X captura el rostro de una persona hasta el último detalle, y de acuerdo al actor Stephen Lang (el coronel Quaritch en Avatar) básicamente puede «duplicar» a un actor. Aún así, nadie pierde de vista la extraordinaria dificultad que existe en la digitalización de un rostro. Si un aspecto mínimo, como un movimiento muscular o la luz en los ojos es inferior a lo esperado, el riesgo de quedar «atrapado en el valle» es muy grande.
Ahora, ¿esto podría llevar al reemplazo definitivo de los actores? La posibilidad existe, y en más de una ocasión el corto menciona la idea de recrear digitalmente a un político famoso, buscar un actor de voz adecuado, y hacerlo decir algo que jamás dijo, pero si hay algo de realismo detrás de cada personaje digital, es porque el actor o la actriz de turno se lo transmitió, y las inteligencias artificiales actuales aún están extremadamente lejos de imitar esa profundidad emocional, y esa habilidad innata a la hora de «fingir» que posee cada actor. Un muy buen corto, en el que vale la pena invertir los 14 minutos que dura.