Ni Dorothy, ni Toto, ni el Espantapájaros, el Hombre Hojalata, o el León Cobarde, sino un elemento fundamental de la ciencia moderna en la interacción humano-ordenador en constante crecimiento que ya supera las fronteras de cualquier aplicación.
¿Y qué es el experimento Mago de Oz? Pues se trata de una investigación de interacción humano-ordenador en donde sujetos determinados se someten a la interacción con un sistema de ordenador que ellos creen ser autónomo, pero que en verdad está siendo controlado a escondidas por otro sujeto. El mago en cuestión.
El experimento Mago de Oz en nada se relaciona con la película o el libro de Frank Baum. Salvo por el hecho que comparte esa sensación de desilusión del final de la historia, en donde la protagonista Dorothy, en compañía de sus amigos, descubre que el mago detrás de la magia no es más que un simple humano escondido detrás de una cortina. ¡¿Qué acaso no viste la película?! Pues lamentamos arruinar el final, pero la culpa es tuya por haber dejado pasar semejante clásico.
El experimento Mago de Oz, así descrito, no resalta nada en particular. Pero en realidad estamos ante una herramienta de la ciencia moderna original y poderosa en interminable crecimiento que ya se aplica en las más diversas actividades, como la psicología, la lingüística, etc. Nacido en los años `80, este experimento ya fue considerado desde su propia concepción como una novedad en extremo poderosa.
La persona haciendo las veces del mago simula el comportamiento de una entidad de inteligencia autónoma, pero lo que hace simplemente es interceptar la comunicación del sujeto participante desde otra habitación, y convirtiendo las instrucciones de voz en un lenguaje que la computadora pueda procesar. Algunos de los experimentos se realizan con el consentimiento previo del sujeto en cuestión pero en otras no, para promover un comportamiento más natural entre las partes.
Pero, ¿qué nos depara un experimento como este a nosotros, el usuario común? Lo que más nos concierne a nosotros es el uso que hoy en día se obtiene del experimento del Mago de Oz en relación a la tecnología y al futuro de la misma. Hoy en día, los estudios más habituales en torno a este experimento se basan en la exploración, uso y efectividad de una interfaz de usuario dada.
Ahora bien. ¿Se imaginan al experimento Mago de Oz en aplicaciones tales como la realidad virtual? Esta actividad interactiva, que hoy sigue en crecimiento gracias a nuevos y nuevos descubrimientos, se vería extremadamente beneficiada por el experimento Mago de Oz. Porque imaginen que el gran objetivo final de este experimento es el de alcanzar que los ordenadores presenten un comportamiento lo más natural y real posible. Y en ese caso ya no estaríamos hablando de una eventual Inteligencia Artificial, sino de una forma de interacción más natural y efectiva.
Una nueva forma de comunicación humano-ordenador que ha sido siempre esquiva entre los más conservadores, que culpan a los sistemas electrónicos por su imposibilidad de sentir y experimentar igual que un ser humano. Claro que estos conservadores jamás hubieran imaginado que con la ayuda del experimento Mago de Oz sería el propio ser humano quien instruya de sus sentimientos a un ordenador.
Por más extraño que parezca, cualquiera de nosotros, de alguna manera u otra, podría haber sido presa del experimento Mago de Oz sin siquiera saberlo. Sin ir más lejos, basta con recordar la réplica del robot Johnny Número 5, más conocido por su película Corto Circuito, que transitó los parques temáticos de diversiones de todo el mundo en sus épocas de mayor auge, a fines de la década de los `80. Para el desprevenido que no lo sabía, el robot en realidad era controlado a distancia por un operador, o Mago de Oz, a escondidas de los estupefactos niños. En NeoTeo lamentamos que pierdas la ilusión de una fantasía de tu infancia, pero así era.