La llamada teoría del aprendizaje social indica que un nuevo comportamiento puede ser adquirido no sólo con la clásica estructura de recompensa y castigo, sino también con observación e imitación. Los expertos han debatido la validez de esta teoría durante décadas, pero el psicólogo canadiense Albert Bandura decidió adoptar una posición más empírica organizando una serie de pruebas con niños conocidas como «El experimento del muñeco Bobo», y sus resultados revelaron cierta tendencia entre los más pequeños a reproducir acciones violentas, tanto en lo verbal como en lo físico…
«Los niños repiten todo lo que ven en la televisión», «los videojuegos causan violencia»… el patrón es bastante claro: La mente de los más pequeños básicamente es catalogada como una esponja que absorbe y reproduce lo que recibe, en especial aquello considerado «mal comportamiento». Por supuesto, las evidencias anecdóticas no son suficientes, y nunca faltan ciertos elementos que arrojan extraños argumentos en todas direcciones para justificar determinadas posiciones, sin embargo, el debate está abierto.
Un material recurrente en la discusión es el famoso experimento del muñeco Bobo que el psicólogo Albert Bandura organizó en 1961 y 1963. La primera edición tuvo a un total de 72 participantes. En general estuvieron separados entre niños y niñas, y terminaron expuestos a dos modelos muy definidos, uno agresivo en el que se golpea e insulta a un muñeco Bobo, y otro no agresivo que lo ignora.
Ambos modelos fueron a su vez reproducidos por hombres y mujeres, de modo tal que doce niños y doce niñas vieron el modelo asignado siendo desarrollado por el sexo opuesto. En la segunda versión, el número de participantes fue reducido a 66, separado en tres grupos que vieron un filme en el que una persona adulta golpea al muñeco.
Los resultados de Bandura fueron consistentes: Los participantes bajo el modelo agresivo fueron más propensos a imitar ese comportamiento, e incluso inventaron nuevas formas de atacar al muñeco. El número de instancias agresivas fue superior entre los varones, especialmente cuando vieron en acción al modelo de su mismo sexo.
Desde entonces, el experimento del muñeco Bobo ha recibido un amplio número de críticas, siendo la más importante que no se trata de un estudio sobre agresión, sino de motivación, en el que los niños simplemente se vieron impulsados a imitar al adulto en sí, y no a su violencia.
Otros reclamos apuntan a la falta natural de desarrollo en los niños, que a veces son incapaces de separar a la realidad de la fantasía. En la otra acera, el Modelo General de Agresión (videojuegos) y la Teoría de Cultivo (televisión) acompañan en cierto modo a los resultados de Bandura. Una cosa es segura: Vamos a seguir hablando sobre el muñeco Bobo durante décadas.
(Del Archivo de NeoTeo, originalmente publicado el 13 de abril de 2018)
Ademas no hay que dejar de lado el hecho de que golpear un muñeco bobo es divertido, y los niños haran acciones que encuentren divertidas
Recuerdo cuando hace unos años le compramos uno de esos a mi hijo, todos esperábamos que le pegue o algo y lo único que atinó a hacer ni bien lo vio es a abrazarlo como si fuese un hermanito.
Reswpecto al experimento coincido con Racso, es un juguete al que le pegas y vuelve a su posición, es re divertido. Interpreta algo con un trasfondo lúdico como agresión.