John Ronald Reuel Tolkien nació en lo que hoy es Sudáfrica en 1892, pero nunca hubo dudas sobre su ciudadanía británica. Sin embargo, la raíz alemana de su apellido tomó relevancia cuando en 1938, la editorial alemana Rütten & Loening expresó su deseo de traducir «El Hobbit» al alemán. Todo parecía bien encaminado, pero había un detalle: La editorial le pidió a Tolkien que pruebe su sangre aria…
La historia nos dice que Rütten & Loening fue formada en Frankfurt por dos judíos alemanes, Joseph Rütten y Zacharias Löwenthal, después conocido como Karl Friedrich Loening. En 1936, los dueños de la editorial, Wilhelm Ernst Oswalt (sobrino de Rütten) y Adolf Neumann, fueron declarados culpables de quebrar las «Leyes de Núremberg» basadas en el racismo y el antisemitismo. Oswalt se había convertido al Protestantismo y bautizado a sus hijos, pero no fue suficiente: Ante la mirada nazi eran todos judíos, y los judíos no podían publicar libros.
Oswalt y Neumann fueron forzados a vender bajo las «instrucciones» de la Reichsschrifttumskammer, subdivisión de la «Cámara de Cultura» del Reich. Neumann logró escapar a Suecia, pero Oswalt murió en los campos. De ese modo brutal, los nazis tomaron el control de Rütten & Loening, lo que nos lleva al verano de 1938. «El Hobbit» llevaba casi un año en las estanterías, y la editorial (ahora completamente alineada con los deseos y las leyes del Reich) quería publicar su traducción al alemán… pero también le pidieron a Tolkien que pruebe si era ario.
En un principio, el editor británico de Tolkien, Stanley Unwin (de Allen & Unwin), estaba muy interesado en cerrar el acuerdo. Sin embargo, Tolkien tenía una cosa o dos para decir, y comenzó con una respuesta a su editor, enviada el 25 de julio de 1938. La traducción que aparece a continuación es la misma del libro «Cartas», editado por su biógrafo Humphrey Carpenter, con la colaboración de Christopher Tolkien:
Debo decir que la carta de Rütten & Loening que usted me adjunta es un poco rígida. ¿Tengo que soportar esta impertinencia porque llevo un apellido alemán, o la lunática ley que los rige exige un certificado de posesión de un origen «arisch» por parte de todas las personas de todos los países?
Personalmente, me sentiría inclinado a rehusar una Bestätigung (aunque pueda hacerlo en realidad) y demorar la traducción al alemán. De cualquier modo, objetaría fuertemente que semejante declaración apareciera impresa. No considero la (probable) ausencia de toda sangre judía como necesariamente honorable; tengo numerosos amigos judíos y lamentaría dar cualquier fundamento a la idea de que suscribo la doctrina racista, perniciosa y del todo anticientífica.
Usted es el principal implicado y no puedo hacer peligrar la oportunidad de una publicación alemana sin su aprobación. De modo que le presento dos borradores de posibles respuestas.
(N. del R.: Bestätigung significa «confirmación»)
El primero de los borradores confirmaba la recepción de la solicitud, y la ignoraba. El segundo, por decirlo de algún modo, se sacaba los guantes. Todos los interesados podrán encontrar la copia exacta de la carta original en el enlace al final del artículo, o disfrutar de su traducción, también publicada en «Cartas»:
Estimados señores:
Gracias por su carta… Lamento no tener muy en claro a qué se refieren con «arisch». No soy de extracción aria: eso es, indo-iraní; que yo sepa, ninguno de mis antepasados hablaba indostano, persa, gitano ni ningún otro dialecto afín. Pero si debo entender que quieren averiguar si soy de origen judío, sólo puedo responder que lamento no poder afirmar que tengo antepasados que pertenezcan a ese dotado pueblo.
Mi tatarabuelo llegó a Inglaterra desde Alemania en el siglo XVIII; la mayor parte de mi ascendencia, por tanto, es puramente inglesa, y soy súbdito de Inglaterra; eso debería bastar. No obstante, me he acostumbrado a considerar mi apellido alemán con orgullo, y seguí considerándolo así durante todo el período de la lamentable pasada guerra, durante la cual serví en el ejército inglés. Sin embargo, no puedo dejar de comentar que si averiguaciones impertinentes e irrelevantes de esta especie han de convertirse en la regla en cuestiones relacionadas con la literatura, no está entonces distante el momento en que tener un apellido alemán deje de ser fuente de orgullo.
La averiguación en que se involucran sin duda obedece a las leyes de vuestro propio país, pero que éstas deban aplicarse a súbditos de otro Estado no es correcto, aun si tuvieran (y no la tienen) la menor relación con los méritos de mi obra o la conveniencia de su publicación, de la que parecen estar satisfechos sin referencia alguna a mi «Abstammung».
Confío en que encontrarán esta respuesta satisfactoria,
Atentamente suyo,
J. R. R. Tolkien.
(N. del R.: Abstammung equivale a «ancestría», «ascendencia»)
Lamentablemente, no sabemos cuál de los dos borradores llegó a manos de los alemanes, pero sí sabemos que «El Hobbit» en ese idioma debió esperar casi veinte años, debutando bajo el título Kleiner Hobbit und der große Zauberer, con la traducción de Walter Scherf y el arte de Horus Engels.
Fuente: Flashbak