Debido a la crisis galopante que padecemos en todo el mundo las emisiones de dióxido de carbono se han desplomado a niveles nunca vistos desde hace 40 años. La caída de la producción industrial ha retrocedido tanto que se ha dejado de emitir a la atmósfera una cantidad más que considerable del gas maldito. Hasta las crisis tienen su cara positiva. Quizá sea el momento de aprovechar la coyuntura y plantar las bases de un proyecto serio para evitar el calentamiento global definitivamente.
Dicen que no hay mal que por bien no venga. Y es que todo tiene su lado negativo y su lado positivo. En este caso, el planeta está de enhorabuena. Según dice la Agencia Internacional de la Energía, nos encontramos ante el mayor descenso en emisiones de gases invernadero de las últimas cuatro décadas. Hablamos de un 2,6 % menos de proyecciones de CO2 a la atmósfera, cifra bastante significativa, sobre todo si la comparamos con el año 1981, en la gran crisis del petróleo, que bajó sólo la mitad (1,3 %). Puede parecer que un 2,6 % no representa gran cosa, pero son muchísimas las toneladas de CO2 que se están dejando de verter en nuestra atmósfera y, además, esto genera cierto optimismo para contrarrestar los malos augurios de los científicos y seguir regulando las emisiones en el futuro.
Las causas hay que buscarlas en la ralentización de la economía producida por la crisis y el descenso de la producción industrial hasta unos niveles tan bajos que hay que retrotraerse 40 años para encontrar una situación parecida. La crisis está siendo generalizada en todo el planeta y esta globalización de las economías le está viniendo muy bien a la Tierra para tomar un respiro (nunca mejor dicho). Hay que sumar a esta causa, que las centrales térmicas han paralizado completamente su avance. No se construyen por ningún lado. Aparte del giro que han dado las políticas medioambientales de Europa, China y Estados Unidos. Estos últimos incluso han adoptado medidas legales para limitar la contaminación de los automóviles que circulan por el país, cosa sorprendente teniendo en cuenta lo motorizada que está la sociedad estadounidense y lo poco que les había importado hasta ahora el asunto del petróleo (ellos tienen una gasolina baratísima).
Nos encontramos en un momento ideal para aprovechar la inercia positiva provocada por la crisis e impulsar el nuevo protocolo que pretende sustituir al del Kyoto en 2012. En Diciembre las grandes potencias se van a reunir en Copenhague para tratar de imponer unas bases sólidas a las que agarrarse para conseguir frenar la emisión de gases de efecto invernadero. La economía tarde o temprano tendrá que recuperarse y cuando llegue ese momento, deberíamos haber completado el programa que se pretende lanzar en Dinamarca, país ecológico por excelencia, y respetarlo.