Seguramente esta noticia no será una sorpresa para muchos: nueve años después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el gobierno de Estados Unidos ha implementado una gigantesca red de espionaje que le permite recolectar datos de miles de ciudadanos, buscando comportamientos relacionados con el terrorismo. Es, por mucho, el mayor y más complejo sistema de este tipo que jamás se haya implementado en ese país, y puede espiar incluso personas que jamás hayan cometido delitos. ¿Se trata de un sistema efectivo, o solo una intrusión más en la vida privada de la gente?
Muchos lo sospechaban, pero no ha sido hasta hace unas horas que esta información ha sido publicada en letras de molde por un diario de la importancia de The Washington Post, luego de realizar una investigación en la que se realizaron más de 100 entrevistas y analizaron cerca de 1000 documentos: una red, compuesta por más de 4 mil agencias locales y federales, se encarga de “recolectar información” relacionada con miles de ciudadanos y de extranjeros residentes en los Estados Unidos.
Este tipo de práctica, que de hecho existe desde hace años en varios países democráticos como Israel o Gran Bretaña, nunca había sido implementada oficialmente en los EE.UU. La excusa es, por supuesto, “eliminar la amenaza que supone el terrorismo para el mundo libre”. Sin embargo, algunos críticos de estas medidas argumentan que es irónico que -en nombre de las libertades civiles- un estado atropelle las de sus propios ciudadanos. El aspecto más espinoso de esta gigantesca red es que no se limita a investigar a personas con antecedentes relacionados con estos temas sino que puede poner la mira sobre cualquier persona, aunque jamás haya violado ley alguna.
Integrada por agentes especiales del Buró Federal de Investigación (FBI, por Federal Bureau of Investigation), policías locales, oficinas estatales de seguridad interior e investigadores pertenecientes a la policía militar, la red de espionaje armada por el gobierno de Estados Unidos luego de los atentados ocurridos el 11 de septiembre de 2001, está más activa que nunca. Según The Washington Post, esta red compuesta por un total de 4.058 organizaciones diferentes -al menos 935 fueron creadas o ampliadas después del 11-S– tiene como objetivos “recoger, almacenar y analizar información sobre miles de residentes y ciudadanos estadounidenses, muchos de los cuales jamás fueron acusados de ningún delito.”
El informe publicado por este diario afirma que con esta red, implementada y reforzada a lo largo de los últimos 9 años, busca que cada fuerza de seguridad a nivel local y estatal aporte información al FBI, la agencia que oficialmente se encarga de las investigaciones relacionadas con el terrorismo en ese país. El informe presentado revela que aún “es difícil evaluar la eficacia real y el costo de esta red de espionaje,” pero se sabe que el Departamento de Seguridad Interior destina cada año, desde 2003, más de 31 mil millones de dólares anuales a los gobiernos locales para “mejorar su capacidad en el combate al terrorismo.” Uno de los aspectos que más sorpresa ha producido entre los propios periodistas del diario que tuvieron encargados de efectuar la investigación es la utilización, dentro del territorio de los EE.UU., de tecnologías especialmente desarrolladas para combatir el terrorismo en Irak y Afganistán.
Entre los datos que se ingresan en esta gigantesca base de información federal se encuentran desde los antecedentes laborales de los ciudadanos que por algún motivo están “en la mira” de su gobierno hasta las denuncias de algún vecino que afirma que el mismo ha actuado “de manera sospechosa”. Los datos contenidos en esta base pueden ser accedidos por un numero cada vez mayor de fuerzas de seguridad -civiles y militares- y no seria extraño que tarde o temprano esos datos se filtren al publico general.
Pero la pregunta del millón es si semejante despliegue de hombres y recursos realmente sirve para algo, o si se está arriesgando la privacidad de los ciudadanos para nada. El informe publicado por The Washington Post destaca algunos éxitos -la detención de un obrero de la construcción que al parecer planeaba atacar con explosivos un centro de reclutamiento militar, o la detección de un somalí naturalizado estadounidense que presuntamente iba a detonar una bomba en Portland- pero, en general, persisten las dudas sobre su efectividad real.
EE.UU. ha cambiado desde el 11-S. La secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, sostiene que “la antigua visión de que si combatimos a los terroristas en el exterior no tendremos que combatirlos acá, es sólo eso, la antigua visión”. En el marco de ese “combate”, una red como la denunciada tiene mucho sentido.
Para reforzar esta idea, la misma Napolitano ha encarado una campaña cuyo lema es “Si ve algo, diga algo”, incentivando a los ciudadanos para que actúen como informantes de las fuerzas de seguridad denunciando actos sospechosos. La administración a cargo del presidente Barack Obama defiende estas actividades, considerándolas como indispensables para lograr el éxito en la lucha contra el terrorismo. El tiempo dirá si realmente ha servido para ello, o si por el contrario se ha convertido simplemente en un “Gran Hermano” que vigila a ciudadanos inocentes. ¿No crees?