Todo hemos experimentado alguna vez la imperiosa necesidad de rascarnos. De hecho, es la mejor alternativa para aliviar la picazón. Hasta ahora no se sabía por qué rascarse produce alivio, ni tampoco por qué resulta tan difícil dejar de hacerlo una vez que hemos comenzado. Gil Yosipovitch tiene la respuesta.
Día a día vemos como la ciencia devela los secretos más profundos de la naturaleza. Desde los secretos más profundos de la materia, hasta los procesos cerebrales que forman la memoria en una rata. Pero hoy nos hemos enterados los investigadores de la Universidad Wake Forest (Winston-Salem, EE.UU.) han descubierto el enigma del funcionamiento cerebral que explica por qué rascarse produce alivio. Y a modo de “bonus”, nos explican por qué puede resultar tan difícil parar.
Aprovechando la tecnología de resonancia magnética que permite analizar mediante imágenes en vivo y en directo que es lo que sucede en el cerebro, el dermatólogo Gil Yosipovitch y su equipo de investigadores se puso manos a la obra para descubrir que ocurre en nuestro sistema nervioso cuando nos rascamos. El estudio acaba de ser publicado en la edición digital de la revista “Journal of Investigative Dermatology”.
Según explica Yosipovitch, "este estudio nos muestra por primera vez cómo la acción de rascarse puede aliviar la picazón. Es importante comprender el funcionamiento del mecanismo de alivio para poder desarrollar terapias eficaces. Para algunas personas, la picazón es un trastorno crónico que afecta a su salud en general".
Para realizar este estudio, Yosipovitch reunió 13 voluntarios sanos. El grupo, compuesto por siete hombres y seis mujeres, fue sometido a estudios de resonancia magnética funcional, que muestra las áreas del cerebro activas cuando el sujeto realiza diversas actividades. En una de las fases del experimento, los investigadores rascaban una zona de la pierna de cada participante con un pequeño cepillo durante 30 segundos, y se detenían durante otros 30. Este proceso se repetía durante cinco minutos.
Los resultados fueron sorprendentes: "Descubrimos que algunas de las áreas del cerebro asociadas con las emociones y los recuerdos desagradables se volvían menos activas mientras los participantes eran rascados”, dice Yosipovitch. Y agrega “todos sabemos que se trata de una acción agradable, pero no sabemos por qué. Ahora creemos que rascarse puede suprimir algunos componentes emocionales y así proporcionar alivio", termina.
La región del cerebro que tenía menor actividad al rascarse es la corteza cingulada anterior. Los neurólogos asocian esta región con la aversión ante experiencias sensoriales desagradables. También disminuía la actividad en la corteza cingulada posterior, área que está relacionada con la memoria. Según Yosipovitch, la percepción de la picazón está muy influenciada por nuestras experiencias, recuerdos y expectativas. Esto podría explicar esta asociación.
En los casos de picor crónico, los pacientes suelen rascarse de forma compulsiva, y no paran de hacerlo aunque desgarren la piel y comiencen a sangrar. El dermatólogo cree que esta es la primera evidencia científica que muestra que el picor podría ser inhibido por la acción de rascarse. Podria evitarse el daño en la piel de los pacientes crónicos gracias a este experimento, si puediese traducirse este conocimiento en algún tipo de fármaco capaz de neutralizar el funcionamiento de esas zonas del cerebro.
Sin embargo, al rascarnos algunas zonas de nuestro cerebro y cerebelo se vuelven más activas. Por ejemplo, la corteza somatosensorial secundaria, una zona que participa en el dolor, y la corteza prefrontal, que está asociada con la conducta compulsiva. Este no es un dato menor, ya que podría explicar el porqué muchos pacientes sienten la compulsión por seguir rascándose", deduce Yosipovitch.
Este doble mecanismo que por un lado disminuye las sensaciones de dolor y aumenta las conductas compulsivas, podría explicar el por qué los pacientes se lastiman rascándose. Ahora, el equipo de científicos se dedica encontrar la forma de aplicar los resultados de su experimento al tratamiento de los pacientes con picores crónicos.