Hemos hablado en varias ocasiones sobre coches autónomos, sus diseños y capacidades. Ahora, si el propio vehículo es el encargado de llevarnos a un destino específico, ¿por qué su interior debería obedecer reglas tradicionales? DOMI es un concepto que explora la idea de interiores dinámicos, aplicando visiones futuristas como la tecnología de superconducción, y ruedas de geometría variable.
A mediados de enero, la gente de Michelin anunció a los tres ganadores de su Design Challenge 2014. La propuesta para esta competencia fue “Driven / Undriven”, y todos los diseños competidores estuvieron basados en la conducción autónoma y la reutilización de espacios. Probablemente recuerden al camión modular GelenK, que se ubicó por detrás del BOT polaco (primer premio) y el AKA24 proveniente de China. En esencia, los diseñadores que participaron del concurso no quieren reinventar al coche en sí, sino la manera en que lo utilizamos. Por ejemplo, si un coche autónomo nos lleva en un viaje de 50 kilómetros, no creo que sea muy entretenido estar sentado mirando cómo suben los números del odómetro. La posibilidad de que un coche funcione sin intervención directa de un conductor humano puede cambiar aspectos considerados clásicos en su diseño, comenzando por el interior. Al mismo tiempo, tampoco es lógico pretender que un coche compacto se convierta en una casa rodante, pero no hay dudas de que el concepto DOMI de Do Hyung Kim, San Hyun Eom, y San Sung Moon, se acerca bastante a eso.
Visto por primera vez, el DOMI parece un simple mini coche con cuatro ruedas, formato de cápsula y perfil bajo, pero a medida que exploramos sus especificaciones es fácil descubrir que va mucho más allá. En primer lugar, el conductor tiene la capacidad de alterar el interior del vehículo, reubicando diferentes “rebanadas” de material que flotan en el aire gracias a la tecnología de superconducción. Dependiendo de las necesidades del usuario, el interior del DOMI puede convertirse en una oficina, una sala de estar personal, y por supuesto, una cabina tradicional de manejo. La misma tecnología de superconducción es aplicada sobre sus ruedas magnéticas. Cuando se activa la conducción manual, las ruedas permanecen rígidas para brindar un mayor control, mientras que en el modo autónomo, el núcleo magnético altera su forma, haciéndolas más flexibles con el objetivo de absorber cualquier irregularidad en el camino, y brindar mayor comodidad al pasajero.
Aunque admiro las intenciones de sus diseñadores, estoy convencido de que DOMI pertenece al mundo de la ciencia ficción. Todavía debemos desarrollar la superconducción a temperatura ambiente (si es que realmente podemos llegar a eso) antes de considerar que el DOMI se convierta en un producto real. Claro que, dentro de algunas décadas (varias, diría) la historia puede ser muy diferente, y si la raza humana no ha desaparecido para entonces, puede que este curioso concepto tenga una chance de materializarse.