En la actualidad construimos cosas cuya vida útil no es demasiado larga. De hecho, hay muchos que creen que la duración de máquinas y objetos suele ser “acortada” intencionalmente por los fabricantes para que el consumidor deba reemplazarlos con frecuencia, dando lugar a un fenómeno conocido como “obsolescencia programada”. Sin embargo, hay gente que está pensando como conseguir que una máquina funcione durante la mayor cantidad de tiempo posible.
Se trata de una idea originalmente concebida por Danny Hillis y publicada originalmente en la revista Wired, hace unos 15 años, y que ha recibido en los últimos días el apoyo de Jeff Bezos, el fundador de la tienda online Amazon.com: construir un reloj que sea capaz de dar la hora durante al menos 10 mil años. No se trata -en absoluto- de algo sencillo, sobre todo si nos detentemos a pensar lo que realmente significan “10 mil años”. Semejante lapso de tiempo es bastante difícil de comprender por nuestro cerebro, que está mejor preparado para lidiar con plazos de días o meses. Para tener una idea de lo que esto significa basta con recordar que las pirámides de Egipto tienen mas o menos la mitad de ese tiempo, o que nuestros antepasados, hace 10 mil años, vivían de la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres.
Hillis dedicó mucho tiempo a la resolución de los problemas que plantearía semejante proyecto, que no son pocos. Planificar algo para que dure 100 siglos no es fácil. En primer lugar, hay que buscar para instalarlo un sitio que sea geológicamente lo suficientemente estable como para que un temblor de tierra no se lo cargue en algún momento. Después hay que dotarlo de alguna fuente de energía capaz de alimentarlo -sin cortes- durante ese plazo. Y luego hay que conseguir materiales lo suficientemente durables para construir sus piezas, como para que resistan el desgaste al que serán sometidas a lo largo de 10 mil años. Resueltas estas cuestiones básicas se pueden encarar los “pequeños problemas adicionales” como conseguir la precisión adecuada y la redacción de un “manual de uso” que sea al menos tan durable como el reloj, en un lenguaje que sea comprensible por los humanos del futuro.
El desafío es lo suficientemente atractivo como para que mucha gente se interese en él. Jeff Bezos acaba de aportar 42 millones de dólares de su fortuna personal a la Long Now Foundation (LNF), una organización sin fines de lucro que se encarga de concretar este proyecto. La LNF ha organizado conferencias, consultado a expertos y fijado los objetivos exactos del proyecto. El sitio en que se instalará el reloj es una caverna de una montaña de Sierra Diablo que se encuentra en el desierto de Texas, donde ya han comenzado los trabajos de excavación. El emplazamiento tendrá cinco cámaras diferentes, a las que se accederá en su primer, décimo, centésimo, milésimo y diezmilésimo aniversario.
Ya se ha planteado un primer prototipo del reloj, mecánico, que posee un sistema de pesas proporcionan la energía necesario para funcionar. No estamos seguros si un sistema de contrapesos puede impulsar un reloj durante tanto tiempo, pero los responsables del proyecto han descartado otras fuentes de energía, como la nuclear. Para evitar el excesivo desgaste de las piezas que los componen, su “tic tac” se produce cada treinta segundos, y además de contar las horas, lleva la cuenta de los días, años solares y otras efemérides astronómicas mediante una serie de discos que emplean un sistema binario mecánico muy preciso. Sin dudas es un desafío apasionante, del que debemos reconocer no supimos hasta que se hizo público el aporte de Bezos. ¿Lo conocías?