Lo más probable es que hayas visto uno o dos de esos vídeos en YouTube con súper trabajadores que cumplen sus tareas a una velocidad escalofriante, sin cometer errores. Pero existe una clave detrás de esa asombrosa habilidad: No piensan en lo que hacen.
Un simple momento de reflexión adicional provocará que el trabajo pierda velocidad, o se interrumpa. Este conflicto surge de un viejo poema llamado «El dilema del ciempiés», que nos habla de un pequeño quilópodo trabado por su propio pensamiento…
¡No pienses, solo hazlo!
Pregunta: ¿Qué tan bueno eres escribiendo con el teclado? No me refiero al teclado virtual en un dispositivo móvil, sino a uno real, frente al ordenador. Admito que nunca accedí a un entrenamiento formal, y la combinación de velocidad y precisión que poseo hoy es producto de tipear miles de palabras por día, pura fuerza bruta.
Algunas personas que me han visto escribir no dudaron en preguntarme: «¿Recuerdas la posición de todas las teclas?» En ese instante, un chispazo mental me hace visualizar al teclado entero… y me quedo congelado, duro. La verdad es que no pienso cuando escribo: Simplemente lo hago. Pensar en las teclas equivale a una pausa instantánea. Y esto va mucho más allá de los teclados.
Un golfista que piensa demasiado en su swing, lo arruina. Alguien que analiza en exceso cómo hacer el nudo de la corbata, termina con un trozo de tela en el cuello a medio atar. Los expertos llaman a este conflicto hiperreflexión, o «la ley de Humphrey», por el psicólogo inglés George Humphrey que la propuso originalmente en 1951. Pero la mayoría prefiere «El dilema del ciempiés».
El dilema del ciempiés
Nadie sabe con exactitud su origen, pero varias flechas apuntan al texto de Katherine Craster llamado Pinafore Poems, del año 1871. El zoólogo E. Ray Lankester propuso en 1889 aplicar las cámaras de Eadweard Muybridge para resolver «el problema del ciempiés», y en su publicación original compartió una copia del poema, que dice así:
(N. del R.: Como es de esperarse, la rima se pierde en la traducción.)
Corto y contundente. El sapo, no sin una pizca de malicia, le pregunta al ciempiés por el orden del movimiento en sus patas… y el pobre bicho se congela. El antes mencionado psicólogo George Humphrey destaca en su libro The Story of Man’s Mind (1923) que «Ningún hombre hábil en un oficio necesita poner atención constante en el trabajo de rutina», y si lo hace, «la tarea se echará a perder».
Describe al poema como una rima psicológica, una verdad profunda y esencial que se manifiesta día tras día, y se extiende a hábitos perfectamente desarrollados, como caminar o correr. El filósofo Karl Popper expande esto al hablar de un nivel de control consciente.
Si una acción o una habilidad cae por debajo de ese nivel, el simple hecho de seguirla en forma consciente causa interferencia hasta detenerla por completo. ¿Te ha sucedido algo parecido recientemente? ¡Deja un comentario!
(Del Archivo de NeoTeo, artículo publicado originalmente el 14 de marzo de 2019)