Es imposible que nunca lo hayas experimentado, y hasta existe una taquillera película que lleva su nombre. Se trata del déjà vu, esa sensación extraña de que ya has vivido con anterioridad una situación determinada. Un equipo de neurocientíficos del MIT, liderados por el Premio Nobel de Medicina Susumu Tonegawa, ha identificado por primera vez el mecanismo por el que nuestro cerebro nos gasta esas bromas. Si alguna vez viste pasar dos veces el gato negro de Matrix, debes seguir leyendo.
Déjà vu. Todo el mundo lo ha sentido alguna vez. Vas caminado, estás con amigos o simplemente mirando una película y súbitamente te asalta la sensación de que esa misma escena ya la has vivido con anterioridad. Estas seguro que eso ya ocurrió, pero extrañamente, por más que te esfuerces, no puedes predecir que va a pasar un par de segundos más tarde, o siquiera saber cuándo fue que te ocurrió lo que estas viendo. Este tipo de episodio se llama “déjà vu,” que en francés significa “ya visto”. En algunos casos, estas sensaciones pueden ser lo suficientemente intensas como para impulsar a más de uno a los brazos de todo tipo de creencias irracionales o paranormales. En la película The Matrix, por ejemplo, se explican estas situaciones como “fallos” en el software que controla la matriz, haciendo que (por ejemplo) veas pasar dos veces el mismo gato negro. Pero hay una explicación mucho más razonable para este fenómeno.
Un equipo de neurocientíficos del Picower Institute for Learning and Memory (Instituto de Aprendizaje y Memoria Picower) del MIT ha publicado un artículo en el que se explica cómo han identificado por primera vez el mecanismo neuronal que -entre otras cosas- nos permite distinguir lugares similares. Un “efecto colateral” de su descubrimiento puede explicar la sensación de déjà vu. El equipo está liderado por Susumu Tonegawa, el mismo que fue galardonado con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1987. Tonegawa y sus colegas creen que su trabajo podría conducir al desarrollo de nuevos tratamientos para los desórdenes de memoria, confusión y desorientación que afectan a muchos individuos, sobre todo a los de edad avanzada. Parece que con el paso de los años, nuestro cerebro sufre pequeños deterioros que le crean problemas a la hora de distinguir entre experiencias o lugares similares. Sin embargo, el déjà vu puede experimentares a cualquier edad.
En alguna oportunidad hemos visto que la formación de los recuerdos tiene lugar en una región del cerebro llamada hipocampo. Susumu Tonegawa y sus colaboradores han explorado cómo las tres regiones del hipocampo -denominadas CA1, CA3 y circunvalación dentada– participan en diferentes aspectos del aprendizaje y a la formación de recuerdos. Tonegawa utiliza como ejemplo la sensación de déjà vu que ocasionalmente lo asalta cuando entra en un aeropuerto. La disposición de puertas, sillas, pasillos y demás objetos existentes en cada aeropuerto son muy similares. Sólo mediante la búsqueda de características únicas nuestro cerebro es capaz de identificar un aeropuerto en concreto. Según puede leerse en el artículo, la circunvalación dentada es crucial para el rápido reconocimiento y amplificación de estas pequeñas diferencias que hacen que un lugar sea único. Para probar su teoría, los investigadores alteraron genéticamente unos ratones de forma que su hipocampo fuese ligeramente distinto.
Concretamente, los ratones modificados genéticamente carecían de un determinado gen que da lugar al desarrollo de la circunvalación dentada. Si estaban en lo cierto, bastaría con comparar el comportamiento de los ratones normales con los modificados. Diseñaron un experimento en el que dos conjuntos diferentes de ratones -transgénicos y normales- fueron colocados en dos cámaras similares pero no iguales. En una de las cámaras -como suele ocurrir en estos experimentos con animales– se les sometía a una pequeña descarga eléctrica mientras que en la otra no. Después de algunos días de “sesiones de entrenamiento”, los ratones modificados estaban paralizados de miedo en ambas cámaras, pese a que en una de ellas nunca se les aplicó electricidad. Es decir, no eran capaces de encontrar las pequeñas diferencias existentes entre ellas y reconocerlas. Los ratones del grupo de control aprendieron a distinguir la cámara “mala” de la “buena” rápidamente. Esto demostró que los ratones genéticamente modificados tenían un significativo déficit en su capacidad de reconocer y distinguir dos contextos similares.
Además, los investigadores han podido encontrar el “camino” que siguen las señales nerviosas cuando tiene lugar la evocación de un lugar específico. Por ejemplo, si entramos en un lugar que se parece lo suficiente a otro sitio en el que hemos estado antes, un nuevo grupo de neuronas se encarga de crear un “mapa” del lugar. Como los lugares son muy parecidos, el nuevo conjunto de neuronas coincide de forma parcial con el grupo ya existente, generado cuando visitamos el otro sitio en el pasado. Si ambos se solapan de determinada manera, experimentamos un episodio de déjà vu. Cuando envejecemos, o sufrimos algún proceso degenerativo como el Alzheimer, el cerebro tiene mayor dificultad para formar recuerdos únicos para cada lugar o experiencia, sobre todo si se parecen entre sí. Esto da lugar a las comunes confusiones que tanto afligen a los ancianos. Como ocurre en estos casos, puede que el trabajo de Tonegawa y sus colaboradores permita la elaboración de algún fármaco destinado a paliar este padecimiento.