La calculadora Curta, inventada por Curt Herzstark mientras se encontraba prisionero en el campo de concentración de Buchenwald, es una de las más bellas herramientas a las que puede aspirar un amante de las matemáticas. Con un aspecto que recuerda a un molinillo de pimienta, utiliza una serie de deslizadores para introducir los números y una manivela para realizar los cálculos. Hoy día se ha convertido en un caro elemento de colección, pero durante años fue considerada una de las mejores calculadoras que se podia comprar.
En ocasiones, un artefacto diseñado para servir como una simple herramienta se convierte en un objeto que -ya sea por su aspecto, historia o diseño- supera las barreras de los simplemente funcional para convertirse en algo mucho más interesante. Ese es, sin dudas, el caso de la calculadora mecánica Curta. Este pequeño dispositivo, diseñado por Curt Herzstark mientras se encontraba prisionero de los alemanes en el campo de concentración de Buchenwald, nació como una calculadora, pero décadas más tarde se ha convertido en un verdadero objeto de culto.
La historia de las calculadoras Curta
La historia de estas calculadoras comienza cuando su inventor, que afortunadamente pudo sobrevivir a la terrible experiencia de vivir en uno de esos campos, fue liberado y pudo ponerse a trabajar en el perfeccionamiento de los mecanismos que había concebido durante su cautiverio. En 1948, ya finalizada la Segunda Guerra Mundial, la empresa Contina AG Mauren, de Liechtenstein, comenzó a fabricar el dispositivo ideado por Herzstark.
Rápidamente fue considerada una de las mejores calculadoras de mano disponibles en el mercado. Hay que recordar que en esa época una calculadora “normal” típica era un artefacto de varios kilogramos de peso, y del tamaño aproximado de una caja de zapatos. Las “Curtas”, tal como se las denominaba habitualmente, solo fueron superadas con la aparición de las calculadoras electrónicas y su popularización, allá por la década de 1970.
Desde el punto de vista físico, las “Curta” eran pequeñas, cilíndricas, con una serie de palancas (a las que se llama normalmente “deslizadores”) en sus lados y una pequeña manivela en la parte superior. Su tamaño es adecuado para operarla en cualquier sitio, ya que cabe cómodamente en la palma de una mano. Los deslizadores se utilizan para ingresar los números, y la manivela para realizar las operaciones. De acuerdo a como se opere esta manivela, la Curta puede sumar, restar, multiplicar, dividir y -con algo de trabajo extra- extraer raíces cuadradas.
En la parte superior (la “tapa”) se encuentran dos indicadores llamados “contador de revolución” y “contador de resultado”, en los que se muestran la cantidad de revoluciones efectuadas por la manivela y los resultados obtenidos. Seguramente te estarás preguntando cómo puede ser que con una misma manivela puedan ejecutarse operaciones matemáticas diferentes. Las respuesta, por supuesto, se encuentra en el inteligente diseño de su mecanismo interno, que permite a la manivela sumar girándola una vuelta, restar cuando se desliza ligeramente hacia afuera antes de efectuar el giro, y efectuar las demás operaciones mediante trucos parecidos.
A pesar de que su aspecto exterior es sencillo -hasta “minimalista” si se quiere- las tripas de la Curta están compuestas por más de 600 piezas individuales. Curt Herzstark realizó el diseño de su calculadora basándose en un trabajo previo realizado por Gottfried Leibniz: el “aritmómetro”. Los valores con los que opera se van almacenando en ruedas dentadas, y las sumas y demás operaciones tienen lugar sobre un mecanismo de tambor conocido como Stepped Reckoner. Al igual que ocurre con el ábaco, una Curta en manos entrenadas resulta más rápida para obtener resultados que un operador utilizando una calculadora electrónica.
No es casualidad de Herzstark haya inventado este dispositivo. Antes de ser un prisionero del régimen nazi, había heredado de su padre la Rechenmaschinefabrik der Austria Erstanden Compagnie (Compañía Austriaca de Fabricación de Máquinas Calculadoras), una empresa que había obtenido cierta fama al haber fabricado en serie la primera calculadora eléctrica.
El mismo Carl trabajaba diseñando este tipo de artefactos, y en 1928 había inventado un sistema mecánico de memoria que almacenaba valores numéricos parciales en las calculadoras de la época. Cuando, en 1943, por su condición de judío es enviado a Buchenwald, los guardias descubrieron su capacidad y decidieron separarlo de los pesados trabajos que realizaba para que construya “un regalo para Hitler”. El regalo en cuestión no era otra cosa que un prototipo de esta calculadora, y su trabajo en ese proyecto mientras estuvo prisionero fue lo que lo mantuvo con vida.
Terminado el conflicto, Herzstark vendió el diseño perfeccionado de su dispositivo al príncipe de Liechtenstein, y una empresa de ese país -la Contina AG Mauren– comenzó a fabricarlo en serie. El primer modelo en fabricarse fue el denominado “Curta Modelo I”, que posee ocho deslizadores -es decir, puede trabajar con números de hasta ocho dígitos- un contador de revoluciones de seis dígitos y puede mostrar resultados de hasta once dígitos.
Se estima que mientras estuvo en producción se fabricaron unos 80 mil ejemplares de este modelo. Costaban el equivalente a unos 600 dólares. En 1954 la fábrica comenzó a producir un modelo ligeramente más grande, la “Curta Modelo II”, con once deslizadores, contador de revoluciones de ocho dígitos y resultados de hasta quince. Unas 60 mil de estas calculadoras se pusieron a la venta antes de que, frente a los nuevos modelos electrónicos, la fábrica cesase su producción.
A lo largo de los años, las Curta fueron utilizadas por comerciantes, matemáticos y científicos. Pero tuvo algunos usos inesperadas. Los pilotos de carreras, por ejemplo, las utilizaban para realizar los cálculos necesarios durante la competencia, y muchos pilotos de avión llevaban una para ayudarse en la navegación. Los dos modelos eran muy robustos y fiables. Solo el 3% de los compradores enviaron sus calculadoras nuevamente a fábrica para ser reparadas.
Irónicamente, gran parte de ese porcentaje corresponde a usuarios que desarmaron su Curta y descubrieron con sorpresa que era casi imposible volver a montar sus 600 piezas. En esos casos, la Contina AG les cobraba un “cargo de remontaje” igual a la mitad del valor de una Curta nueva. La leyenda dice que el fabricante las enviaba nuevamente a sus dueños con una nota que rezaba: “No se sienta mal. La Curta realmente cuesta 900 dólares, ya que todo el mundo las desmonta.”
Como sea, esta calculadora conocida -debido a su forma- como la “moledora de pimienta“, se ha convertido en un escaso objeto de culto, y los coleccionistas pagan a menudo varios cientos de euros por una de ellas. ¿Las conocías?