Muchos políticos modernos utilizan el concepto de «economía de guerra» para justificar o criticar ciertas acciones, pero la expresión es más compleja de lo que parece. Una economía de guerra requiere racionamiento, compra de bonos, asignación arbitraria de recursos y la reconversión de industrias, dando lugar a situaciones muy extrañas. Así llegamos a los fabricantes de máquinas de escribir, que en los años ’40 lanzaron una campaña para comprar las máquinas de escribir de sus clientes, una «contribución patriótica» destinada al esfuerzo bélico.
El 7 de diciembre de 1941, el Servicio Aéreo de la Armada Imperial Japonesa atacó la base naval de Pearl Harbor, marcando el ingreso formal de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial. A partir de ese punto, la vida y la economía de los estadounidenses cambió por completo. Ya en agosto del mismo año, el presidente Roosevelt había creado la Oficina de Administración de Precios, convirtiéndose en agencia independiente gracias a la Ley de Control de Precios de Emergencia en enero de 1942.
Las cartillas de racionamiento no tardaron mucho en aparecer. Combustible, café, azúcar, manteca, leche y carne enlatada, caucho, neumáticos, zapatos, nylon, automóviles… metal. Todo fue redirigido para alimentar soldados y crear armas, alcanzando a diferentes mercados. Las máquinas de escribir no fueron la excepción, y eso llevó a la creación de una campaña publicitaria inusual: La recompra de unidades al público.
Máquinas de escribir para ganar la guerra
Parth Parikh nos explica en su blog personal que colecciona pósters, y recientemente adquirió uno basado en una publicidad de Smith-Corona: «But we’ll buy it back … for Uncle Sam!». La compañía indica que en ese momento (el anuncio apareció en la revista Life, septiembre de 1942) no estaba fabricando ni vendiendo máquinas de escribir. Los tres gigantes (Underwood, Smith-Corona y Royal) habían cambiado sus líneas de producción para contribuir al esfuerzo bélico, pero existía un problema: Las fuerzas armadas estadounidenses tenían un déficit estimado de 600 mil máquinas de escribir.
Por ese motivo, los fabricantes buscaron la asistencia de sus propios clientes, comprando cualquier máquina de escribir estándar hecha a partir de enero de 1935, y pagando precios trade-in de 1941, independientemente de su condición. Las máquinas serían reacondicionadas, y enviadas de inmediato a las fuerzas armadas, pero al mismo tiempo, los fabricantes aprovecharon para expandir sus servicios de reparación, destinados a los dueños de aquellas máquinas que no podían ser cedidas.
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