La distribución de anime a través de la Web es un tema bastante complejo. La tecnología prácticamente ha eliminado la distancia natural que nos separa de las tierras niponas, y con la enorme cantidad de grupos de fansubs flotando por allí, un episodio recientemente estrenado en la televisión japonesa podia encontrarse en la red “y” con subtítulos en menos de 24 horas. Por supuesto, las mentes maestras detrás del anime actual no están muy felices con eso, pero existe una alternativa desde hace un buen tiempo, y que ha cambiado drásticamente con los años: Crunchyroll. ¿Cuál es la idea? Streaming de episodios en forma legal, con financiación basada en publicidad. Algo así como un “Spotify del anime”.
Lo diré una vez más: Hace mucho que no consumo anime, pero sé que los canales más populares de distribución siguen estando allí, y lo más importante, cómo acceder a ellos. He visto toda clase de fansubs, aunque debo reconocer que la mayoría de ellos han sido de una calidad excelente. Como si eso fuera poco, la velocidad con la que las traducciones estaban disponibles debía como mínimo ahogar en vergüenza a los encargados de “distribuir oficialmente” a estas series. Y aún así, el “fansubbing” es considerado una violación de los derechos de propiedad intelectual, la clásica piratería que los medios no tan especializados colocan a la misma altura del secuestro de vehículos y el asalto a barcos en las costas africanas. Los gigantes de la industria han enviado cada carta de “cese y desista” que han tenido a su alcance, pero el movimiento de los fansubs sigue, por el simple hecho de que quienes se dedican a ello no se consideran piratas, ya que en primer lugar, no cobran ni un centavo.
Y pensando en esto fue como encontré a Crunchyroll. Llegué a este portal de la mejor forma que se puede llegar a cualquier página Web: De pura casualidad. Irónicamente, los inicios de Crunchyroll fueron bastante rocosos en materia legal. Interpretado como un “YouTube del anime”, los usuarios subían sus propias series para compartirlas, mientras que los dueños de las mismas colocaban el grito en el cielo para que las quitaran. Sin embargo, después de varios años, Crunchyroll optó por la ruta comercial: Llegó a varios acuerdos para licenciar contenido, eliminó todo el material cargado por los usuarios, y legitimizó su proceso de streaming de anime. Me sorprendió encontrar a algunos pesos pesados como Bleach y Naruto, pero la cantidad de series disponibles es enorme. La versión gratuita entrega streaming en resolución estándar con anuncios publicitarios, unos tres por capítulo en promedio, y los episodios tardan algunos días en ser liberados. Como opción, la suscripción mensual es de siete dólares, y además de eliminar la publicidad, también habilita el acceso al streaming HD.
He encontrado opiniones muy polarizadas sobre Crunchyroll. Están quienes aprecian la posibilidad de ver anime sabiendo que proviene de una fuente legal, mientras que los fans de línea más dura hablan del servicio de strreaming como “la siguiente forma de DRM” dedicada exclusivamente a controlar y limitar el acceso al contenido con versiones de baja resolución. En parte, es lo mismo que un audiófilo podría decir de Grooveshark o la versión gratuita de Spotify. Quien busca anime de alta calidad prefiere descargar 600 MB de un capítulo de 20 minutos para verlo en 720p o 1080p, con un excelente fansub de por medio, o directamente adquirirlo por los medios convencionales. Sin embargo, para una gigantesca cantidad de usuarios, hoy importa más la posibilidad del acceso al contenido. Para bien o para mal, Crunchyroll brinda exactamente eso.