Cada desarrollador tiene el poder de definir cómo distribuirá su software. Algunos siguen la ruta del freeware, otros prefieren compartir su código fuente usando licencias flexibles, y después están los que adoptan conceptos como demo o trialware, estableciendo límites de tiempo y restricciones secundarias. La versión más extrema es el crippleware, que bloquea funciones esenciales y convierte a la aplicación en un simple «pisapapeles digital»…
El shareware fue uno de los principales mecanismos que permitió la distribución de juegos y programas gratuitos en los años ’80 y ’90. Títulos clásicos como el Wolfenstein y el Doom se desarrollaron y compartieron bajo esta categoría, multiplicando su popularidad aún cuando se trataba de versiones reducidas.
Otras alternativas similares eran el donationware (donaciones), el postcardware (envío de tarjetas postales al creador) y el nagware (pop-ups y advertencias para comprar el producto), pero hoy han mutado en las formas más convencionales de freemium (que divide al programa o servicio en «niveles») y adware (software gratis con publicidad). Sin embargo, también existe el crippleware, probablemente la variante más nefasta de todas.
Crippleware, o el arte de «castrar» software y hardware
La definición formal de crippleware nos habla de un software o servicio cuyos recursos básicos permanecen bloqueados durante o después del período de prueba, hasta que el usuario adquiera su versión completa o ingrese a un esquema de suscripciones. Un editor de imágenes que no permite guardar los cambios, inyecta marcas de agua y/o limita la resolución máxima disponible califica como crippleware. El universo de las aplicaciones móviles posee ejemplos abundantes, pero hay casos de fuerza mayor que tienen un efecto similar al crippleware (ej., funciones restringidas cuando el dispositivo no habilita el acceso root).
Lo más interesante del crippleware es que no se limita al software. También hay ejemplos de hardware «recortado» que los fabricantes lanzaron al mercado con el objetivo de diferenciar sus productos y forzar al usuario a invertir más dinero. Un caso histórico es el del Intel i486SX, que debutó con su unidad de punto flotante desactivada (no era una consecuencia de «defectos» como se creyó durante años), y por el lado de los gráficos, quiero mencionar a la GeForce GT 1030. Su modelo original utiliza memoria GDDR5, pero Nvidia decidió bajar su configuración a DDR4, conservando el mismo nombre.
Para finalizar, sería un error de mi parte no hablar sobre el crippleware en automóviles. Tesla trató de monetizar la autonomía de sus vehículos con locks de software, y BMW ha transformado ciertas funciones en DLCs que el usuario debe adquirir por separado.
Creo que no aplica a los i486sx. No se podía pagar un “upgrade” para habilitar las funciones, sino que había que comprar un chip nuevo.
Lo mismo para la gt1030, claramente decía que venía con DDR4, no se podía pagar el upgrade a DDR5.
Sí aplica a los tesla y bmw.
Y hablando de software, el caso mas común es el de las apps de recuperación de datos, son todas “gratis” pero despues no funciona nada hasta que pagas.
Más de una vez me ha pasado que descargué una aplicación que prometía ser gratuita, pero el primer cartel que te aparece es suscríbete por tanto dinero por mes.
Un conversor de imágenes o de videos que hace todo el proceso, te hace esperar 10 fucking minutos y después al final para descargarlo tenés que pagar. Eso no te lo dicen al principio. Sabés la de patadas en la cabeza que le repartiría a esos delincuentes del tiempo.
ODIO ESO. Yo te ayudo a patearles la cabeza