… veo que has regresado. Creí que ya no volverías, o que lo habías pensado un poco mejor después de… asimilar todo lo que compartí contigo. Recuerda que no tienes ningún deber aquí, y para ser honesto, la lealtad puede ser algo muy peligroso dentro de la Fundación. Hay criaturas que la llevan en la carne, y nunca encuentran paz por esa razón. No pareces estar muy convencido… muy bien, hablemos sobre SCP-1111 entonces…
Antes de que comencemos, sí, algunos SCP son animales normales por fuera, pero sus habilidades pueden ser catastróficas, y ahora que sabes eso… si llegas a ver un conejo en los pasillos, avisa a Seguridad de inmediato. No estoy bromeando.
La zona que rodea a SCP-1111 está muy bien protegida. La Fundación inventó una historia sobre una estación meteorológica, cubriendo todo con globos sonda y sensores. El perímetro tiene unos dos kilómetros de radio, y por el momento no ha sido necesario modificarlo, pero ya sabes cómo son estas cosas. Nadie se atreve a descartar la posibilidad de un comportamiento diferente en ambos elementos.
Sí, dije «ambos». Verás, SCP-1111 se divide en dos. El primer componente es… un perro. O al menos, eso parece a simple vista. Una mezcla entre labrador y ovejero alemán, con pelaje blanco. El problema es… todo lo demás. Sus ojos son rojos y brillantes, y además puede cambiar su tamaño. En casos más extremos ha llegado a medir un metro y medio desde los hombros hasta el suelo. No come, no bebe, no duerme y no respira. Las cámaras remotas registraron que lleva un collar con una placa de identificación, y sólo se lee «LEAL». La Fundación lo llama SCP-1111-1.
Todo lo que hace SCP-1111-1 es proteger al segundo componente, SCP-1111-2. Las imágenes son reales… el tipo está en un árbol, colgado del cuello, como si lo hubieran ejecutado. No sabemos quién es, ni cómo llegó allí. Lleva un traje y zapatos de vestir, pero toda su ropa está muy gastada. Cuando se encuentra tranquilo, SCP-1111-1 se echa debajo de SCP-1111-2, y su mensaje es bastante claro: «No te acerques».
Por supuesto, la Fundación hizo el intento. Envió a un equipo completo, tipos duros y bien entrenados. Cuando llegaron a 300 metros de SCP-1111-2, el perro se levantó. Fue una carnicería. Las filmaciones muestran a SCP-1111-1 saltando seis metros en el aire, corriendo a más de 60 kilómetros por hora, y destrozando placas de titanio de 15 milímetros a puro mordisco como si fuera papel. ¿Balas? Lo atravesaron de lado a lado, sin hacer daño. Sólo uno de los agentes sobrevivió, después de correr como un desgraciado en la dirección contraria. Eso ayudó a detectar los límites de SCP-1111-1. El perro comenzó a perder tamaño y definición a medida que se alejaba de SCP-1111-2. A los 900 metros se detuvo, aulló, y regresó corriendo a SCP-1111-2.
Al perder tantos agentes, la Fundación probó una vez más usando Clase D. Uno de ellos, D-83011, encontró la forma de llegar a 50 metros de SCP-1111-2 mientras el perro devoraba a sus compañeros. La mirada de SCP-1111-2 se clavó en D-83011, y levantó los brazos en su dirección. Pero eso no es todo: SCP-1111-2 movió sus labios, tratando de decirle al perro que se detenga. SCP-1111-1 no escuchó, y mató a D-83011 en el acto.
Esa es la peor parte, amigo. SCP-1111-2 parece estar vivo. Se retuerce y tiembla colgado de la soga como si luchara por respirar, pero no podemos acercarnos porque el perro hace demasiado bien su trabajo. La Fundación detuvo todos sus intentos de rescate, y ahora se limita a vigilar. ¿Por qué? No es difícil imaginarlo. ¿Qué tal si SCP-1111-2 está allí por una buena razón? ¿Qué pasaría si con su rescate, la Fundación termina liberando a algo aún peor…?