El profesor Gary Ruvkun, de la prestigiosa Universidad de Harvard, asegura que ha desarrollado un chip que tiene la capacidad de desentrañar una de las mayores incógnitas que enfrenta la humanidad: la existencia (o no) de vida extraterrestre. Este dispositivo es capaz de descomponer las muestras recolectadas en planetas o lunas, y analizarlas en busca de ADN. Por supuesto, para que haga su magia hay que transportarlo primero al planeta en cuestión, y cruzar los dedos para que ET tenga ADN. ¿Se trata de algo que puede funcionar, o es solo un anuncio hecho para conseguir financiamiento?
La humanidad intenta, desde hace años y aún sin éxito, determinar si existe o no la vida en otros planetas. Hemos gastado miles de millones de dólares (o de la moneda que más nos guste) en montar enormes radiotelescopios, enviar misiones robóticas otros planetas y poner sondas en órbita para poder escudriñar el universo en las frecuencias más variadas. Analizamos restos de meteoritos, con la esperanza de encontrar huellas de vida, siempre con resultados negativos o al menos, lo suficientemente ambiguos como para que no podamos decir con seguridad “si, existe vida fuera de nuestro planeta”. En este contexto, los científicos de todo el mundo trabajan buscando la forma de desarrollar nuevos experimentos que puedan proporcionar pistas sobre la existencia o no de material proveniente de seres vivos dentro de las muestras que nuestros cacharros recogen en otros planetas. Si bien es cierto que es muy sencillo realizar un análisis para buscar ADN en un laboratorio terrestre, la verdad es que hacerlo de forma automatizada dentro de una sonda robótica que se encuentra muy lejos de la Tierra es algo bastante complicado.
Para facilitar esta tarea, el científico Gary Ruvkun -un profesor perteneciente de la prestigiosa Universidad de Harvard- ha desarrollado un “chip” capaz de desmenuzar, lavar y separar los componentes de una muestra desconocida, y analizarla en búsqueda de restos de ADN alienígena. ¿Fabuloso, verdad? Lo primero que hay que aclarar es que no se trata de un simple circuito integrado -al menos, no del tipo que utilizan todos los equipos electrónicos que nos rodean- sino de una pieza bastante más compleja. Si bien no hay demasiados datos sobre la forma en que hace lo que hace, a partir de la descripción de las tareas que realiza se puede puede deducir que dentro del “chip” de Ruvkun hay bastante más cosas que un trocito de silicio. Concretamente, este dispositivo utiliza un detergente para disolver las muestras, y genera ondas vibratorias -semejantes a las ondas sonoras pero de alta frecuencia- que pueden romper las células contenidas en el material analizado para separar las hebras de ADN. Cuando este proceso acaba, si existe material genético dentro de la muestra, el dispositivo las “pinta” con un color fluorescente para diferenciarlo del resto.
Este minúsculo laboratorio -sólo mide unos 2×2 centímetros- hace una buena parte de las tareas que puede hacer un técnico en un laboratorio terrestre. Además, está fabricado de forma que sea capaz de soportar las temperaturas extremas que seguramente reinarán en el sitio en que le toque realizar su trabajo, y resiste bastante bien los niveles elevados de radiación que pueda encontrar en otros planetas. Si bien los especialistas creen que aún es demasiado grande como para poder formar parte de una misión espacial, su inventor cree que puede miniaturizarlo lo suficiente como para cumplir con los requisitos que imponga la agencia espacial de turno. Viendo sus especificaciones y lo que es capaz de hacer, dan ganas de equipar con uno a cada medico forense del planeta, como para que se pongan verdes de envidia los muchachos de CSI. Sin embargo, el objetivo de Ruvkun es “detectar ADN en Marte u otro planeta”. Y aquí es donde empiezan los problemas. Está claro que esta no es una empresa simple. De hecho, no tenemos la más mínima idea de como puede ser la vida alienígena. Todos los ejemplares utilizados para comprender la composición de la vida provienen de la Tierra, y están emparentados entre si. En este escenario, no es raro que todos compartamos una estructura base -el ADN– que determina nuestras características. En lo que a la Tierra se refiere, podemos asegurar que si una muestra analizada posee la molécula en doble hélice, proviene de un ser que está o estuvo vivo. Pero ¿debería ser igual en Marte o en otro planeta? No necesariamente.
Presuponer que ET tiene ADN está muy bien, pero es una apuesta que tiene pocas posibilidades de resultar favorecida. A pesar de que dicha molécula ha demostrado hasta el hartazgo su eficacia a la hora de perpetuar las características de la vida que se basa en ellas, es obvio que no constituye la única y exclusiva manera de hacer esa tarea. A pesar de que el diseño en doble hélice es sumamente ingenioso y permite la copia de la estructura de forma simple, hay otras moléculas que pueden hacer lo mismo. La aparición de vida en otro planeta, bajo condiciones seguramente diferentes a las que reinaban hace miles de millones de años en la Tierra, puede haber empleado como herramienta para perpetuarse una molécula completamente diferente. De hecho, se ha demostrado que ni siquiera hace falta que la vida se base en carbono, oxigeno e hidrógeno. En estas condiciones, un chip capaz de analizar muestras buscando ADN tendría muy poca utilidad para determinar si un emplazamiento alienígena tiene o no vida.
Presuponer que un extraterrestre posee un cuerpo lo suficientemente parecido al nuestro como para poder someterlo a un test de ADN es completamente aventurado. Gary Ruvkun ha hecho un excelente trabajo desarrollando su dispositivo. Pero da la sensación de que al intentar “venderlo” como un aparato capaz de buscar vida en Marte (o en cualquier lugar fuera de la Tierra) es un poco exagerado. Sabemos que el dinero necesario para investigación escasea, y que algunos proyectos tienen mayores posibilidades de ser financiados que otros. Pero buscar ADN en Marte parece ser una empresa destinada al fracaso. ¿No crees?