¿Qué mejor manera de estimular el conocimiento y el desarrollo de la tecnología atómica que crear un kit con minerales de uranio en su interior? Gilbert aseguró hasta el cansancio que la exposición a la radiación era insignificante, pero eso no evitó que lo apodaran «El juguete más peligroso del mundo». Su precio elevado y su alta complejidad llevaron a su cancelación, con menos de 5.000 kits vendidos entre 1950 y 1951.