¿Piensas que tienes control de tus decisiones? Piensa de nuevo: aquí en To Bit, en nuestro afán de bucear en las investigaciones científicas poco ortodoxas, dimos con estudios que muestran hasta qué punto nuestras acciones están automatizadas y fuera de nuestro control. Lo sentimos.
Si bien es aceptado que nuestras respuestas de comportamiento social están influenciadas por prejuicios y estímulos externos, las investigaciones muestran que nuestro poder de decisión en estos casos es casi nulo. Así lo dicen los estudios de John A. Bargh, Mark Chen, and Lara Burrows, de la Universidad de Nueva York: la mayoría de las veces nuestro comportamiento es disparado automáticamente por la mera presencia de características externas, sin pasar por ningún proceso intelectual.
Los autores citan a William James, y su afirmación de que: “El mero acto de pensar en un comportamiento incrementa la probabilidad de llevarlo a cabo”. A esto se lo llama Principio de Acción Ideomotora. Pero los autores agregan algo más: “Esto se incrementa también a partir de fuentes externas, con una probabilidad muy superior a la que creemos”.
“El escritor”, uno de los más complejos autómatas del siglo XVIII. En algunos aspectos, no parece haber tanta diferencia entre él y nosotros.
En el primer experimento, los investigadores formaron tres grupos a los que se les dio una actividad sencilla de ordenar palabras para formar una frase. Al primer grupo se le asignaron palabras relacionadas con la falta de educación (como agresivamente, rudo, molestar, interrumpir, maleducado), al segundo con la amabilidad y al tercero, como grupo de control, palabras neutras.
Como suele suceder en estos casos, a los participantes no se les reveló la verdadera intención del estudio (se les dijo que se trataba de analizar sus habilidades lingüísticas). Después de completar las frases, se les indicó que se trasladaran al cuarto contiguo para entregar el resultado del estudio a un especialista. Al llegar a la habitación, se encontraban con un estudiante (un actor) que le hacía preguntas al especialista, por lo que el participante debía esperar a que lo atendieran para dejar su resultado.
La parte más importante del estudio en realidad empezaba en ese momento: subrepticiamente, otro investigador tomaba el tiempo que tardaba cada participante en interrumpir la conversación. Si pasaban más de 10 minutos, el falso estudiante dejaba de hacer preguntas, se retiraba, y el especialista recibía el sobre. El resultado del experimento fue muy claro: los estudiantes que acababan de armar frases con conceptos relacionados con la grosería interrumpieron más de tres veces más que los que habían trabajado con conceptos amables:
Nivel de paciencia de los sujetos en función de las palabras leídas.¡Y esto fue solo el resultado de haber estado a lo sumo 5 minutos en contacto con esas palabras! El segundo experimento confirma aún más las hipótesis: en ese caso, las palabras elegidas fueron, por un lado, relacionadas con la vejez (como anciano, gris, lento, rígido o conservador), y por otro, un grupo de palabras neutras. Después completar el ejercicio, nuevamente se les pidió a los estudiantes que entregaran el sobre en otra habitación al final de un corredor, en tanto se medía en forma oculta el tiempo que les llevaba llegar hasta el destino.
El estudio se realizó dos veces, en cada caso con dos diferentes grupos de personas. El resultado: los participantes de cadaprimer grupo tardaron un promedio de 8.28 seg., mientras que, los del segundo, un promedio de 7.27 seg. ¡Estar unos minutos en contacto con palabras relacionadas con la vejez hizo que los voluntarios del estudio caminaran un 15% más lento!
Nuevamente, el efecto de unas simples palabras fue devastador. Y esto es un ejemplo sencillo y puntual. Imaginemos entonces cómo se nos manipula día a día con las palabras, sean publicidades, sean discursos políticos, medios de prensa o… desde notas científicas desde un blog técnico en la web. En cualquiera de los casos el resultado es el mismo: recordemos que las palabras crean realidad. Habrá que estar atentos, entonces.
¿Tú que opinas? ¡Hasta el próximo To bit!
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